Cuando nuestros antepasados comenzaron a adquirir tierras y se pasó de la comunidad primitiva a la sociedad esclavista, el hombre comenzó a ver para sí mismo y en beneficio propio.

Actualmente, seguimos viviendo la lucha por el dominio y control de unos sobre otros, se enseña a vivir para beneficio propio y adquirir riqueza, se ha dejado de lado la comunicación y el compromiso por una sociedad más solidaria y equitativa.
Existe una disputa. Entre la familia y los docentes se lanzan la responsabilidad unos a otros y difícilmente se llega a lo primordial, la educación de los niños y jóvenes.
La comunicación familiar, las responsabilidades compartidas, las normas establecidas para el beneficio y sana convivencia de la familia se van dejando de lado, propiciando el individualismo y falta de cooperación entre sus miembros.
En la mayoría de los casos, es la mamá la que asume el rol de servidora, convirtiéndose en la esclava, sirvienta, de sus hijos, esposo o pareja. El papá asume el rol de manutención de la familia, por lo tanto la educación, expresión de sentimientos y comunicación con los hijos e hijas, queda limitada.
Aunado a esto, al estar inmersos en un sistema consumista, se vive a partir del tener y no del ser.
Estas situaciones repercuten a nivel social y se ejemplifica a partir de tantas problemáticas como la delincuencia.
Si en futuros años, se pretende vivir en una sociedad diferente a la que actualmente nos enfrentamos, se debe comenzar por cada persona, una transformación particular, que implique un verdadero compromiso, responsabilidad, comunicación, atención a los niños y jóvenes de nuestra sociedad.
Se debe propiciar en familia y por medio de la labor docente una conciencia de humanidad, de sana convivencia y práctica de los valores, una comunidad en el que todas y todos tengamos un papel importante dentro de ésta, hombres y mujeres luchando, por una sociedad más equitativa, tolerante, en la búsqueda del bien común.
Fuente: www.equipocritica.org






















