Sin vanidad ni excesiva modestia, una autoestima equilibrada nos ayudará a alcanzar los objetivos que nos propongamos y a asumir los contratiempos.
La autoestima es una valoración positiva construida desde el concepto que tenemos de nosotros y que nos lleva a actuar con confianza. Por tanto, tiene ver con lo afectivo (querernos a nosotros mismos), con lo racional (tener idea ajustada de lo que somos) y con lo activo (hacer cosas sabiéndonos competentes).
La autoestima no es ser engreído, proponerse metas imposibles u obviar la perseverancia sustituyéndola por una especie de “fe en que podemos”. La autoestima es aceptarse incondicionalmente, afrontar las limitaciones y disfrutar de lo conseguido. Consiste en descubrir las cualidades positivas y aceptar los defectos, sentirse seguros con los demás y apreciar la existencia de personas que nos quieren y valoran.
El desarrollo de la autonomía y la responsabilidad son también factores clave: descubrir nuestra competencia, el esfuerzo que nos llevó al éxito y proponernos nuevas metas; el autocontrol: identificar las situaciones que nos producen ira o ansiedad y desarrollar estrategias; y, finalmente, madurar habilidades personales (como el control emocional y la constancia) o sociales (como la capacidad de afrontar conflictos o superar los prejuicios).
Una buena autoestima lleva consigo amor incondicional; superarnos surge del placer de mejorar, no del rechazo a lo que somos
LO QUE NUESTRO LENGUAJE DICE SOBRE NUESTRA AUTOESTIMA
Algunas frases que hemos escuchado en terapia o en cursos nos ayudan a reflexionar sobre estos conceptos. Unas nos muestran posibles fallos de
autoestima; otras, una autoestima adecuada.
“NO HAGO NADA BIEN.”
Es un claro ejemplo de falta de autoestima… y una afirmación totalmente falsa. Con frecuencia hallamos a personas que desconocen sus capacidades y se sorprenden cuando alguien enumera las virtudes que observa en ellas.
Pensemos en aquellos a quienes amamos profundamente (hijos, pareja…); nuestro amor no implica negar sus defectos ni magnificar sus virtudes, pero tampoco pone condiciones para quererlas del tipo “Si adelgazas, te querré”. Una buena autoestima lleva consigo amor incondicional hacia uno
mismo: la autosuperación surge del placer de mejorar, no del rechazo a lo que somos.
“YO SOY EL MEJOR.”
Una afirmación vaga como esta no muestra una buena autoestima, lo hacen afirmaciones concretas: “Soy capaz de escuchar a los demás”, “Sé reaccionar ante una situación crítica”, “Hago unos pasteles deliciosos”…
Quien se expresa así suele ser una persona engreída –que será rechazada por ello– o una persona con baja autoestima que intenta negar la realidad y convencerse de que es “la mejor” porque es incapaz de definir sus virtudes reales o ver los defectos a mejorar.
“SOY VALIENTE. DIJE ‘VOY A APRENDER A ESQUIAR’, COMPRÉ UNOS ESQUÍS Y ME LANCÉ POR LA PISTA MÁS INCLINADA.”
La historia real terminó con una pierna rota. La autoestima no consiste en no ser conscientes de nuestras limitaciones (lanzarnos sin más a esquiar) ni obviar los recursos (aprender la técnica), sino en ir graduando las metas (empezar con pistas fáciles).
“Cuando algo no me sale y me desespero, mi padre me dice que nadie nace enseñado y me anima a seguir intentándolo.” Esta es una frase muy interesante. Con frecuencia estamos acostumbrados a lograr las cosas al momento; si no, desistimos. Pero todo requiere un periodo de aprendizaje y entrenamiento. Incluso aprender a andar supuso que nos cayéramos muchas veces antes de hacerlo con soltura. Una buena autoestima conlleva no rendirse ante la primera dificultad y perseverar confiando en nuestra capacidad para resolver los problemas.
“YO SOY HUMILDE, SON LOS DEMÁS LOS QUE DEBEN DECIR MIS VIRTUDES.”
Esta frase es otra trampa para la autoestima. La persona que carece de humildad es la que alardea y se cree superior a los demás, no la que es capaz de reconocer sus virtudes en público. Las demás personas necesitan saber qué virtudes, qué conocimientos, qué habilidades tengo, para poder relacionarse conmigo. Si, por ejemplo, no saben que soy un buen cocinero, perderemos la oportunidad de compartir algo que puede ser placentero o importante.
Esta frase también hace referencia a la opinión de otras personas. Los demás son importantes para la autoestima, nos aportan seguridad y nos hacen sentir que pertenecemos a un grupo, nos devuelven una imagen de nuestras virtudes y defectos… Pero los demás pueden ser también hipercríticos, aduladores o pertenecer a un grupo homogéneo en sus opiniones, no coincidentes con las nuestras. No podemos supeditar nuestra autovaloración a la opinión ajena.
Los demás nos aportan seguridad pero pueden ser hipercríticos. No podemos supeditar nuestra autovaloración a la opinión ajena
“SI ALGUIEN NO ME QUIERE COMO SOY, QUE ME DEJE EN PAZ; YO SOY FELIZ ASÍ.”
Esta frase es la contrapuesta a la anterior: la persona tiene su propia forma de ser que le hace feliz y no se aflige por las opiniones críticas. No obstante, con frecuencia hemos escuchado frases similares como una forma de evitar la opinión de los demás, incluso en personas que no son precisamente felices. Si no escuchamos opiniones diversas y las valoramos, contruiremos una imagen falsa, distinta de como somos en realidad, que nos llevará a no actuar adecuadamente.
“ME ECHARON DEL TRABAJO Y ES LO MEJOR QUE ME HA PASADO, ASÍ ME HE PODIDO FORMAR EN OTRO CAMPO LABORAL.”
Ante la situación de desempleo, esta frase muestra una actitud positiva al buscar nuevas oportunidades. Parte del éxito depende de nosotros, de nuestros esfuerzos, no solo de la suerte o de incapacidades permanentes (“yo soy malo para…”). Incluso, en el peor escenario posible (no tener trabajo en este caso), una buena autoestima no consiste en sentarnos a llorar las penas, sino en usar el tiempo libre para otras actividades útiles y gratificantes (como seguir formándonos).
Pero esta actitud no debe ser usada para culpabilizarnos por no tener éxito. Con frecuencia, el mensaje “el éxito depende de tu esfuerzo” se traduce en “si no tienes éxito, es culpa tuya”. Eso equivaldría a decir que los más de seis millones de personas sin empleo que hay en España son poco emprendedoras o no saben motivarse.
LA IMPORTANCIA DE LA CONFIANZA PARA TENER ÉXITO
En cualquier caso, una buena autoestima permite actuar para tener más éxito y no frustrarnos cuando no se alcanzan los objetivos. Esta buena disposición frente a los problemas tampoco debe ser la excusa para buscar únicamente soluciones individuales. El paro es un problema real y endémico del sistema; la solución no consiste en competir como sea con los demás (aceptando salarios más bajos, por ejemplo), lo que deja fuera del mercado laboral a muchas personas y genera más precariedad e insatisfacción.
Es más feliz y tiene más éxito el que cree en sus capacidades, incluso aunque tenga menos habilidades, que quien carece de fe en sí mismo
Una buena autoestima nos lleva a actuar individual y colectivamente, disfrutando de nuestra actitud positiva, pero siendo capaces de tolerar la frustración si no conseguirmos los resultados deseados. La autoestima es un factor fundamental en nuestras vidas. Es más feliz y tiene más éxito –personal y social– el que cree en sus capacidades, incluso aunque tenga menos habilidades, que el que afronta las situaciones sin fe en sí mismo.
La autoestima implica buscar logros poniendo los recursos necesarios, formándonos y esforzándonos sin dejar de querernos cuando no alcanzamos el objetivo, pues fracasar también es una experiencia necesaria para conocer las limitaciones o para aprender a levantarse de nuevo.
UNA TÉCNICA PARA GANAR CONFIANZA
Te proponemos un ejercicio para afianzar la autoestima. Antes de empezar, busca un espacio tranquilo, ponte cómodo y cierra los ojos.
1. APÓYATE EN EL PASADO
Visualízate en un momento en que alcanzaste un logro importante. Rememora la satisfacción, la alegría y las emociones que tenías. Recuerda el esfuerzo y los pasos que diste, y a las personas que compartieron tu alegría.
2. DEFINE UN OBJETIVO
Piensa ahora en una nueva meta que puedas alcanzar y defínela claramente, así como los pasos que te llevarán a ella. Por ejemplo: “No enfadarme ni reaccionar con ira cuando me critican”. No enfadarme tiene que ver con no dejarme llevar por una emoción que me desborde y obnubile. No reaccionar con ira tiene que ver con la conducta, con que la respuesta que demos sea sosegada y sensata.