Jorge González Durán
A Roberto Borge Angulo
Quintana Roo, no sólo es un hecho geográfico sino un sentimiento que se afinca en viejos sueños.
Vivir en el Caribe nuestro, es una emoción innombrable. Es una huella luminosa en el alma, es un resplandor en la mirada.
Quintana Roo es una pasión tejida en el alma de los trashumantes que aquí encontraron paz, pan y destino.
Quintana Roo es la conjunción de los tiempos en un espacio que la historia fue definiendo, es nostalgia en la frente cansada y triste de los ancianos que siempre la concibieron en los sueños de la selva, en los caminos abiertos a machete, en los campamentos madereros, en los hatos chicleros, en los pueblos aislados del litoral y en las comunidades donde los indígenas tejen a diario, una historia de voces subterráneas.
El derecho al autogobierno se formalizó el ocho de octubre de 1974. Pero antes, mucho antes, generaciones de quintanarroenses, de habitantes de esta tierra que desde siempre la amaron, lucharon porque fuera libre, porque fuera soberana, porque tuviera una identidad propia. El Comité Pro territorio fue una gesta que marcó un destino.
A mediados del siglo XIX, los mayas arrinconados en la selva de Chan Santa Cruz, alrededor de su cruz invencible, formaron un gobierno propio, tuvieron un ejército, y su lengua adquirió nueva fuerza para nombrar la dignidad reconquistada.
Luego, en las primeras tres décadas del siglo pasado, llegaron miles de varias regiones del país a trabajar en el corte de madera y en la extracción del chico-zapote. Y ya en esta tierra surgió una nueva estirpe de hombres y mujeres dispuestos a conquistar y a inventar una nueva vida.
Otros miles llegaron, y volvieron a nacer aquí, descifrando el enigma de las estrellas de este cielo insospechado que ya era su nuevo hogar. Vinieron de muchas partes del país, de Centroamérica, de las Canarias, de Líbano, de Siria y de las islas del Caribe. De sus lugares de origen sólo conservaron un nebuloso recuerdo. Si acaso una lágrima secreta y un leve suspiro anudado en el pecho.
El ocho de octubre de 1974, se publicó en el Diario Oficial el decreto que erigió al estado Libre y Soberano de Quintana Roo. Pero el deseo y el reclamo del autogobierno se empezaron a gestar mucho antes. Desde 1849, cuando el caudillo indígena Venancio Pec le dijo al gobierno federal que los mayas querían en esta tierra un gobierno propio.
El quintanarroismo no es bandera. Es destino.