Paul Mescal (Maynooth, Irlanda, 1996) recuerda quedarse con la boca abierta cuando vio ‘Gladiator’ (R. Scott, 2000). Las secuencias de acción, la fuerza de la historia… Aluciné, cuenta en conversación virtual con FOTOGRAMAS. Pensé Esto es una puta locura. Yo tendría unos 13 años, y estaba con mi padre. Desde entonces la habré visto unas tres o cuatro veces. Y siempre he encontrado en ella cosas. Hoy, 15 años después de ese bautismo en la arena del Coliseo, Mescal lidera como actor la secuela de una de sus películas favoritas como espectador. Y lo hace tomando el relevo de Russell Crowe en una cinta que, de la mano de Ridley Scott, parece que no se va a quedar aquí. Es todo muy bizarro… Qué va, es una experiencia rarísima, ríe consciente de lo extraordinario de verse dentro de un mundo del que era (y es) fan. A eso le acabas encontrando sentido. Lo aparcas en una zona remota de tu cabeza. Te dices Este es mi trabajo. Es lo que tengo que hacer… E intentas no ponerte nervioso o reverenciar en exceso. Eso no ayuda a la película, solo estorba.
Descubierto en plena pandemia gracias a la serie Normal People (2020) y nominado al Oscar por su trabajo en ‘Aftersun’ (C. Wells, 2022), hasta la fecha hemos visto a Mescal sumergirse en papeles cegados por el deseo o el dolor, como en ‘La hija oscura’ (M. Gyllenhaal, 2021) o ‘Desconocidos’ (A. Haigh, 2023). En ‘Gladiator II’, su Lucio vive consumido por la rabia. Por mucho que el público me relacione con mis otros personajes, hay una versión de mí mismo que entiende ese lenguaje físico y robusto que la película exige, cuenta. Este film me permite asumir un rol que no había tenido la oportunidad de interpretar hasta ahora. Un papel para el que creía, de verdad, que era el actor idóneo. Hace tiempo que quería hacer un film grande, solo esperaba a que llegara el adecuado. Y sé que es este.
Tras décadas buscando una historia adecuada, Ridley Scott se decidió por usted en muy poco tiempo, tras una sola charla por Zoom. ¿Ha sido este el más fácil además del último casting de su carrera?
Qué va, he seguido haciendo castings después de que me escogieran para esta película. ¿Sabes? Hay algo en hacer pruebas que me gusta. De verdad (risas). Me gustan las dos cosas. Está muy bien cuando te ofrecen un papel directamente, pero pasar por las pruebas también está bien. Tal como lo veo, llega un momento que tu trabajo habla por ti. Las ofertas no llegan porque sí, sino porque la gente que se encarga de estos procesos tiene más oportunidades de ver cómo trabajas. Y siempre es mejor que te vean en un proyecto terminado que en una oficina intentado averiguar qué clase de personaje tienes que interpretar. Esta vez fue de las fáciles: Ridley y yo hablamos durante una media hora por Zoom y dos semanas después me dijo que era mío. Fue así de rápido.
Esa parece la marca de fábrica de Scott, todo lo hace rápido. Rodar lo que más. Cuesta creer que tenga 86 años.
Lo sé, yo tampoco me lo creo (risas). Lo de Ridley parece un truco de magia. Rueda tan rápido que no hay tiempo de ponerse nervioso. Porque los nervios están siempre ahí, pero de la misma manera que vienen, se van. Como en todas las películas. Ese es un error bastante extendido. La gente cree que, cuanto más grande es una película, más nos importa a los actores. Y no es verdad. Que una cinta como esta significa más que algo como ‘Desconocidos’. No debes hacer una película a menos que te importe. Y tanto da si tiene un presupuesto de 500 millones de dólares o 5 millones. Lo que sientes al participar en una película es una experiencia muy valiosa, independientemente de su escala.
Scott asegura que su mayor baza es su mirada, pero que por encima de todo es un director de actores…
Y es así. Ridley lo prepara todo para que no tengas que imaginar nada. Diría que un 95 por ciento de todo lo que se ve en la película es de verdad, son decorados reales. Y eso es un regalazo para cualquier actor. Tampoco rueda muchos planos de cobertura porque tiene mínimo ocho cámaras en el set. Solo tienes que estar ahí y darlo todo, cosa que también veo pensado para los actores. Y luego, diría que Ridley y yo tenemos una relación de trabajo muy cercana, que ha pasado a ser personal, de amistad. No creo que hayamos estado en desacuerdo sobre el sentido de una toma en todo el rodaje. Para mí, Ridley es muy fácil de tratar. No pierde el tiempo en tonterías y es siempre de los que dice las cosas muy claras. Te hace saber siempre lo que piensa, te guste o no (risas).
Ridley nos comparaba el final de ‘Gladiator’ II con el de ‘El Padrino’ (F. F. Coppola, 1972), con Lucio siguiendo el mismo camino de Michael, que sin quererlo al principio, se ve obligado a tomar las riendas de su familia. Y usted, ¿volvería para otra entrega?
¡Por supuesto! Y bueno, si Ridley comenta que volvería para dirigir una tercera parte quiere decir que hay planes para hacerla. Y Ridley siempre consigue lo que quiere. Como debe ser (risas). Si él quiere, si dirige una tercera parte, estaré con él al cien por cien.
¿Quiere eso decir que ha cambiado de parecer sobre los blockbusters? Siempre se ha mostrado reticente a esta clase de cine…
A ver, era reticente a participar en grandes películas de estudio malas. Y de esas hay muchas. Creo que se tiene que hacer una distinción en este sentido. Pero también soy de la opinión de que eso nos habla de un problema más grande. Para mí, a la hora de valorar estas grandes películas de estudio, los blockbusters como decías, se usan unos criterios más bajos. A ver, yo no soy el fan número uno de este cine, con lo que es una opinión totalmente subjetiva. No tengo un gran interés en este tipo de películas masivas, pero eso no quiere decir que no me interesen films como ‘Gladiator’, porque hay algunos blockbusters increíbles, pero son la excepción. Son pocos y no se dan de un modo frecuente. Y sé que soy parcial, pero creo que ‘Gladiator II’ es uno de ellos.
Hablando de películas malas, si tuviera que escoger entre una gran película y una gran obra de teatro, ¿en qué actuaría? Y qué es peor, ¿actuar en una película mala o en una mala obra?
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Lo peor es actuar en una mala obra de teatro. Segurísimo. Porque no puedes escapar. Si estás en una película mala, bueno, nadie la va a ver. Sabrán que es mala y pasarán de ella. ¿Pero una mala obra de teatro? Eso se sabe desde los ensayos, cuando ves que estarás ahí atrapado ocho semanas más y que cada noche, en cada función, querrás estar en cualquier sitio menos ahí. Luego, qué me gustaría más… una gran película o una gran obra. Es una pregunta genial (risas). Creo que escojo una gran obra de teatro y después estar también en su gran adaptación para el cine. Aunque de esas hay pocas, es muy difícil hacer una versión de una buena obra.
Quizás sea hora de volver a llevar al cine ‘Un tranvía llamado deseo’, el montaje que usted protagonizó en el West End.
Ni hablar (risas). Ese sería un caramelo envenenado. Ni de broma me meto a que me comparen con Marlon Brando.
Comparaciones al margen, sus últimos cuatro años son espectaculares. ¿Cómo se explica usted semejante éxito en un momento en el que además hay tanto talento despuntando? ¿Cuál es el secreto de Paul Mescal?
Los dos sabemos que eso no puedo contestarlo de ninguna forma. (risas). Pero sí puedo intentar dar una respuesta sobre este momento de eclosión que apuntas. Porque hay toda una nueva generación de actores, como Saoirse (Ronan) o Timothée (Chalamet) o Jessie (Buckley) y tantos otros. Una nueva hornada que, especialmente los que salen del Reino Unido o Irlanda, lo dan todo en sus trabajos. Y eso es lo que yo hago también, me vuelco al máximo en todos los proyectos que escojo. Si después salen más o menos bien, bueno, hay muchísimos otros factores que intevienen, porque tú solo controlas tu esfuerzo, el trabajo que les dedicas. Y tienes que darlo todo, porque estarán ahí para siempre.
Tiene usted solo 28 años, pero, ¿piensa en el legado que deja como actor? ¿Piensa que sus trabajos seguirán viéndose dentro de 30 o 40 años, que, por así decirlo, tendrá un eco en la eternidad?
Muy bien tirado (risas). A decir verdad y siendo sincero, sí que lo pienso. Tengo la ambición, el deseo, de que las películas o las series y obras de teatro que hago perduren. Que no sea algo que la gente olvide justo después de ver. ¿Cómo es el dicho? Mueres dos veces, la primera cuando dejas de vivir y la segunda, la última vez que alguien dice tu nombre. Por supuesto que quiero que mi obra me sobreviva. Y creo que ese es el mayor reto de todos. Porque digamos que, aunque para cuando muera haya participado en X cantidad de proyectos, con mucha, mucha suerte, la gente recordará máximo dos o tres de ellos. Así que todo consiste en trabajar duro y encontrar historias que conecten con los espectadores. Y creo que esta lo hará.
Hablando de actuar para la eternidad. ¿Cómo fueron las escenas con Denzel Washington? ¿Fue una especie de figura paternal?
No, ni paternal ni fraternal. Denzel es el epítome de los actores. Llegó y trabajamos nuestras escenas. Y eso fue todo. Me encantó. Antes me preguntaba cómo iba a ser, y fue como rodar con un compañero más… pero que resulta ser uno de los mejores actores del mundo. Me impresionó su forma de trabajar. El suyo y el de Ridley son dos métodos distintos, pero tienen puntos en común, no se andan por las ramas.
Y terminamos, acaba de rodar ‘Hamnet’, la adaptación de la novela de Maggie O’Farrell que dirige Chloé Zhao y en la que usted encarna a William Shakespeare. ¿Qué supone más presión, que lo comparen con Russell Crowe o encarnar al bardo?
Pues, la verdad, William Shakespeare (risas). No por nada es el mayor genio literario de nuestra historia. Lo he intentado llevar de la mejor manera posible, lidiando con un innegable y enorme sentido del pánico y angustia.
Fuente: https://www.fotogramas.es/noticias-cine/a62907664/paul-mescal-gladiator-2-entrevista/