A diez años del paso de “Wilma”, reflexionar sobre los huracanes es últil.
Huracán es el recordatorio permanente de la fuerza de la naturaleza; de su poder; de su furia desplegada en todos los confines: atraviesa selvas, derriba árboles, humilla los centros del poder político, económico y religioso. No hay nada que pueda doblegar la fuerza de Huracán.
Pero ningún Huracán, nunca, destruyó por completo algún pueblo maya. Siempre hubo el cálido soplo del aliento vital. Junto a los bienes caídos surgió la fortaleza, la voluntad de perseverar, de levantarse, de estar siempre de pie.
Hunab Kú, el hacedor de todas las cosas sobre el universo, decide siempre al final la conservación de la vida, la reconstrucción, la fe en las fuerzas propias, el avance de la ciencia, de las artes y la tecnología. La sabiduría humana.
Los mayas, ayer como hoy, observan los cambios en el cielo, en el mar y en la tierra que pronostican tempestad. La gaviota que vuela y se aleja en la inminencia del huracán. Y cuentan los mayas que se oye en el silencio previo al huracán un largo lamento en la orilla del mar, y pareciera que el cielo derrama lagrimas.
La tortuga es la mensajera de Ixchel, señora de los mares, que silenciosa deposita su futuro en las blancas arenas del Caribe nuestro. Ixchel se convirtió en tortuga una vez para huir de la furia de los Chacoob, los dioses de la lluvia. Y por ello, se dice, ellas, las tortugas, escogen por remanso nuestras playas para depositar la continuidad de su especie, la continuidad de su silencioso andar por el tiempo cargando el cielo.
La tortuga, Ak en maya, llora porque sabe, adivina, anticipa la furia de Chaac y de los destrozos a sus nidos, de la pérdida de sus hijos. Y anuncia en el más desgarrador de sus lamentos la destrucción que se avecina. Y entonces huye hacia los mares profundos.
NADA RESPETA HURACÁN
Daña el resplandor del sonrosado flamenco y asfixia peces al depositarlos en la tierra.
Se guarece entonces Balám sobre una rama; Can, la serpiente, se enrosca estremecida en el tronco o la rama de un árbol. Se esconde la hormiga en secretos refugios.
Y cuando los vientos se alejan, cuando la lluvia amaina, todos esperan a que brille de nuevo el arco iris. Y en el silencio de los trece cielos mayas los dioses meditaban para continuar rigiendo los destinos del universo.