Por Samuel Cervera
Un día estaba concluyendo una de las clases de Problemas de México en la Universidad del Caribe, cuando un estudiante me dijo que le gustaba la clase pero que siempre salía triste de ella. Eso me puso a pensar mucho, ese recorrido por nuestra historia debía tener otro ángulo, no solo ser un recuento de nuestras dificultades y desgracias, también era necesario que quedarán claro los senderos que habíamos andado para resolverlos.
Modifique la estructura del curso y lo convertí en un recorrido en el tiempo de los problemas y las soluciones que se habían usado en política y economía. Vi todo desde una perspectiva mucho más amplia. Por ejemplo me quedo claro que los retos del México independiente eran muchos, entre otros, una elite gobernante sin experiencia suficiente para dirigir una nación grande y con muchos recursos, con una posición geográfica estratégica pero teniendo al interior una amenaza de enormes proporciones: el poder que la Iglesia Católica se negó a soltar fácilmente. Polarizados, no fueron capaces de negociar, las soluciones fueron casi medio siglo de guerras, debilidad interna y un líder autoritario. Pero nuestra nación empezó el siglo XX con la institución eclesiástica debilitada políticamente y una clase dirigente experimentada, de cierta manera se había solucionado ese difícil escenario, aunque con nuevas dificultades.
La percepción de mis estudiantes cambió, también la mía, ya no salíamos entristecidos (debo confesar que a mí también me sucedía lo mismo) comprendíamos que nuestros problemas podían resolverse, aunque muchas veces no estuviéramos de acuerdo con las soluciones utilizadas. Empezamos a ver nuestra historia ya no como un listado de tragedias, si no como un constante ensayo y error de todo un conglomerado social, de todos los que integramos este país.
Traigo esta reflexión ahora porque esta una época en donde podemos aplicar este aprendizaje; como grupo social los mexicanos ya no podemos dejar a nuestra clase política sin vigilancia, nos cuesta demasiado (inseguridad, corrupción, estancamiento económico) el Estado no puede dirigir toda la economía, deberíamos buscar modelos mixtos. Nos urge construir una nueva clase dirigente, para eso es necesario transformar las vías de reclutamiento e ingreso a los cargos públicos. Hace falta más gente de diferentes sectores de la sociedad, del ámbito académico, empresarial, entre otros. El nacionalismo ya no puede estar solo en manos del gobierno, debemos fomentarlo individualmente inclusive en el hogar. La educación debe liberarse del corporativismo, los sindicatos de maestros están en exceso al servicio de sus líderes y sus intereses políticos. Siempre hemos tenido posturas muy polarizadas, debemos aprender a negociar, conciliar y avanzar. Los extremos irreconciliables facilitaron la perdida de la mitad de nuestro territorio, la invasión francesa, diez años de guerra civil y todavía lo seguimos practicando.
Esa clase me enseño que México ha tomado distintos rumbos, ha tenido éxito en ocasiones y en otras se ha tropezado. Aprendamos y repitamos, hasta donde sea posible, las prácticas que nos dieron resultados positivos como sociedad. También se me hizo evidente que es lo que no hay que repetir por sus graves consecuencias (corporativismo, clientelismo, paternalismo, polarizarnos) . Ese ángulo de la historia me hizo más optimista sobre nuestro camino como pueblo y me convenció de que podemos llegar a sentirnos muy orgullosos de nosotros mismos, me parece que ya empezamos a andar por esa vía, estudiar y ver nuestro pasado de otra forma puede ayudarnos a mantener ese rumbo.
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