Autonomía Municipal, Sueño de Alarcón Morali
Jorge González Durán
Conocer la historia puede ser aleccionadora. El cinco de marzo de 1978, se realizaron elecciones para renovar a los Ayuntamientos, de los entonces siete municipios del estado. Las campañas fueron de puro trámite, como era usual en ese tiempo, rutinarias y sin conflictos, salvo en Cancún, donde el candidato del PRI era Felipe Amaro Santana. Relevaría en el cargo a Alfonso Alarcón Morali.
El gobernador era Jesús Martínez Ross. Mientras que José López Portillo ocupaba la presidencia de la República.
Antes de las elecciones municipales de 1978, llegó a Cancún el periodista del Universal, Fernando Mota Martínez, quien nos dejó sus impresiones sobre la campaña y sobre las relaciones entre el alcalde Alfonso Alarcón y el gobernador Martínez Ross: en el fondo hay un deseo velado de censurar al actual alcalde por su espíritu autónomo ante el gobierno del estado.
En efecto, la relación entre Alfonso Alarcón y Martínez Ross nunca fue buena. A la ceremonia del último informe de Alarcón, Martínez Ross envío a su secretario particular, Primitivo Alonso Alcocer, que poco después llegaría a diputado federal.
Había un marcado desdén de Martínez Ross hacia Cancún, por inexplicadas razones. Alarcón no abrigaba ambiciones políticas al concluir su gestión en la presidencia municipal, aunque tenía el aprecio de la gente que había visto su trabajo cotidiano por la ciudad, principalmente en el renglón de los servicios públicos. Su probidad era reconocida por todos.
Mota Martínez pudo recoger este sentir: “Los taxistas, los comerciantes, los hoteleros, las amas de casa tienen a flor de labio el comentario: ‘El presidente municipal y el gobernador del estado no se llevan bien. Por eso Cancún no tiene televisión. Martínez Ross, opina un taxista, nunca ha querido al equipo del actual Ayuntamiento porque él no pudo colocar a ninguno de sus incondicionales”.
Alfonso Alarcón dio sus puntos de vista sobre la particularidad política de Cancún en ese momento“en Quintana Roo se piensa que Cancún es un injerto, una especie de pegote que ha provocado en multitud de ocasiones que haya indisposición general hacia Cancún. Este sentimiento es provocado por una actitud de ‘quintanarroísmo a ultranza’ que no tiene razón de existir, entre otras cosas porque Quintana Roo, como estado, también comienza a vivir”.
“En Chetumal –dice el presidente municipal- se ha creído que en Cancún hay rebeldía, cuando lo único que se ha querido demostrar es que hay autonomía”. Y este afán de darle al municipio un rango de respetabilidad le costó el olvido.