Cíclope Juarista por
El caciquismo es una forma distorsionada de gobierno donde un líder político tiene un dominio total de una sociedad del ámbito rural expresada como un clientelismo político. Los caciques pueden controlar el voto de sus clientes por lo que pueden negociar con los políticos centrales y ser la cara y base del partido. De esta forma se crean «democracias» que en el papel funcionan pero que no son el gobierno del pueblo.
Los caciques, como los caudillos, son actores en sistemas clientelistas. Si bien hay caciques individuales, éstos deben considerarse como representantes de sistemas clientelistas. Los caudillos son figuras pretorianas al frente de un escenario político más vasto; los caciques, en cambio, son políticos/civiles y habitualmente operan en un nivel más restringido. Esta distinción es muy vaga: los caciques, regularmente hacen uso de la violencia, pero rara vez son jefes militares de importancia. Villa era un caudillo y no un cacique; Calles un cacique y no un caudillo. Aunque se puede hablar de caciques «nacionales» Díaz, Calles, Cárdenas, no se puede hablar de caudillos municipales. En otras palabras, el caciquismo abarca la jerarquía política, mientras que el caudillismo es un fenómeno más «cupular» y más pretoriano. De esto se sigue que algunos individuos clave cambian de papeles: Díaz y más tarde Obregón fue caudillo transformado en cacique. La muerte privó a Villa y a Zapata de la posibilidad de tal transformación.
El caciquismo es arbitrario y personalista. Las reglas formales le ceden su lugar al poder informal: «aquí no hay más ley que yo». Esto no quiere decir que los caciques sean necesariamente déspotas caprichosos. Aunque arbitrarios, los caciques pueden seguir caminos predecibles. Pero tales caminos están determinados por prácticas desordenadas, no por principios universales. No están formalmente trazados, sino que pertenecen al «saber local». Los caciques no necesariamente tienen que ocupar cargos oficiales para ejercer su poder. Sin embargo, algunos caciques impedidos, en parte, por la regla de la «no reelección» van y vienen por una secuencia de cargos, con movimientos ascendentes, descendentes y laterales, sin por ello perder a pesar de los cargos específicos un poder regional duradero.
El cacique recompensa a sus amigos y castiga a sus enemigos. Cumple con la vieja máxima de Díaz: pan o palo. Las recompensas (pan), van desde los obsequios materiales (tierra, crédito, dinero), pasando por los beneficios intermedios materiales e intangibles (trabajos), hasta los beneficios «no materiales» (por ejemplo, la protección, que puede significar defender al cliente del palo de los caciques rivales). El palo también es crucial: «El caciquismo es impensable sin la violencia directa», el caciquismo no es pretoriano; de hecho, es la medida en que la milicia es ideal.