El gasolinazo del primero de enero, representa algo mucho más profundo que sólo el aumento del precio del combustible, es en realidad el fin de una era. Por primera vez en la historia de México no tendremos una fuente inmensa de materias primas del subsuelo que sostengan la economía de nuestra nación.
Desde la época colonial, nuestro país tuvo recursos naturales que parecían inagotables: oro, plata y petróleo. Los dos primeros enriquecieron de manera impresionante a los dirigentes del Imperio Español, pero también permitieron varios siglos de prosperidad Novohispana, particularmente entre los criollos y un sector de mestizos. Las guerras del siglo XIX trastocaron esta situación, pero a finales de la centuria y al comienzo de la otra, estas industrias empezaron a estabilizarse, al mismo tiempo que surgió otro regalo de la naturaleza: nuestros abundantes yacimientos petrolíferos.
Estas reservas de hidrocarburos facilitaron el crecimiento mexicano de la segunda mitad del siglo XX y el experimento político priista. El corporativismo, el clientelismo, el Estado Benefactor con cientos de empresas paraestatales y una burocracia gigantesca, así como la posibilidad de enormes líneas de crédito para obra pública. Esta abundancia también facilitó el crecimiento de una enorme corrupción y creo generaciones de funcionarios millonarios con impresionante poder.
También impactó en el sector empresarial, la gran cantidad de industrias gubernamentales permitieron empleos y crearon muchos nuevos productos con la consecuente urbanización acelerada del país, pero limitaron y atrasaron el crecimiento de empresarios independientes. La ciencia, la innovación, grandes industrias ajenas al poder político, fueron las víctimas de la riqueza petrolera en manos de un gobierno sin ningún tipo de vigilancia.
México pudo crecer, sobretodo de la década de los cuarenta a los años ochenta del siglo pasado. Cuando un Estado demasiado obeso paso una factura muy grande, y empezó a ser visible que faltaba una planta productiva más amplia. Los neoliberales vendieron las empresas paraestatales pero sin ser suplantadas por otras provenientes de la iniciativa privada. El excesivo poder económico y político acumulado hizo de este proceso un pésimo ejemplo; funcionarios y sus cómplices se quedaron con las más solventes y estratégicas, las demás desaparecieron.
De la misma manera que la España decimonónica padeció una impresionante crisis que duró décadas, derivada de siglos de financiarse con dinero proveniente de sus colonias. Hasta que despertó sin ellas y descubrió que no tenía industria suficiente. De forma semejante México está abriendo los ojos para ver que ya no posee los recursos del subsuelo necesarios y deberá sostener su economía del resto de la centuria en la creación y venta de productos manufacturados como la mayoría de los países industrializados. Aunque también tiene otra opción, subutilizada.
Para esto será necesario una nueva élite política, que sea capaz de reinventar al país y su economía. Inversión en investigación científica universitaria, apoyo a las pequeñas, medianas y grandes empresas, desaparición del Estado obseso y su clase gobernante acostumbrada a succionar recursos. Y de manera sobresaliente: el impulso al crecimiento turístico.
Para esto también será necesario un Estado diferente, un país verdaderamente seguro requerirá destruir ese terrible monstruo creado por los gobiernos priistas: las fuerzas de seguridad vistas como fuente alternativa de ingresos económicos. Nuevas vías de comunicación, más eficaces y limpias. El “negocio” de las carreteras y los autobuses también tendría que ser cosa del pasado para los muchos funcionarios que expanden sus bolsillos por esa vía. Nuestro país tendrá que acostumbrarse a sentirse orgullos de sí mismo y a proyectarlo, la cultura se tendrá que convertir en una valor mucho mayor que el que le damos actualmente. Las instituciones educativas tendrán que ser consideradas verdaderamente estratégicas.
Un hecho indiscutible es que México ha concluido una era y empezado otra, como la transitará será resultado de que esta generación pueda desechar a su actual clase política ineficaz, corrupta, sin visión y sea capaz de crear una nueva Nación. La discusión está en la mesa.