COLUMNA INVITADA A JARANCHAC POLITICO
ISEGORÍA: El periodismo sin objetividad
- La verdad no es alcanzable en términos periodísticos
Cuando Roberto de Ockam establece que la felicidad no se puede alcanzar porque ello implica alcanzar a Dios y Dios es inalcanzable, esa misma paradoja se pudiera aplicar para la verdad porque ella también pareciera ser inalcanzable. Al menos ella, la verdad, no es alcanzable en términos periodísticos al menos que, establece en su novela más reciente Umberto Eco (Número Cero), en ello quieras exponer la vida o te vendas al mejor postor (que casi siempre son los servicios de inteligencia del gobierno en turno). En pocas palabras, triste destino el del periodismo hoy, pues si lo ejerces buscando la verdad (como debiera ser su esencia) expones la vida y si no, vives continuamente esperando quién te paga mejor lo que escribes.
Tal pesimismo se desprende a raíz de tratar de conocer qué fue lo que pasó en realidad con dos fenómenos sociales recientes en el país. Uno, el proceso electoral del 7 de este mes. Dos, la evaluación docente. Tratar de ver esos fenómenos a través del periodismo significa verlos polarizadamente: por un lado los epígonos del gobierno, quienes sin duda se benefician con las migajas que el gobierno reparte para quienes se encargan de esas tareas de defensoría de oficio, y quienes consideraron que los acontecimientos mencionados representaron sendos y atronadores triunfos del Estado (del Ejecutivo particularmente); por otro lado, los menos, los que luchamos desde la trinchera de enfrente y que tratamos de mirar lo más objetivamente posible lo que sucede, y consideramos que ambos sucesos, el primero confirma las tendencias represoras del Estado (la militarización de las elecciones), en tanto el segundo, teniendo como base la evaluación que se está realizando, rompe el contrato social contenido en el tercero constitucional y acelera significativamente el proceso de privatización educativa. Eso a su vez refleja a plenitud la polaridad social que se está manifestando en el país, y que los estudios actuales de Oxfam ilustran a plenitud en el ámbito económico: el nuestro es uno, si no es que el primero, de los países en donde la polarización de la riqueza es insultante.
¿Cómo entender entonces el país en que vivimos? ¿Qué óptica es la más adecuada? ¿La que se sujeta a los lentes de gobierno o la que, basándose en una visión objetiva de la realidad, se inclina por asumir críticamente la visión de esa realidad? En el caso de que nos inclinemos por la primera, tomando como base el principio de que ella es muy optimista y que algún día nosotros tendremos la suerte de los 16 millonarios que acumulan gran parte de la riqueza del país, seguiremos soñando en el paraíso perdido que nunca será nuestro. Si nos vamos por la segunda, asumiendo críticamente la realidad actual, quizá nuestra vida no será un camino de rosas y terminaremos con los pies ardidos, pero contribuyendo a que este país sea otro, más justo, más libre, más igualitario.
Para mí, desde hace rato no hay duda. Sé bien por dónde camino.
*Maestro jubilado y miembro de Democracia Popular