EL BESTIARIO
Francia, la capital de la moda, aprueba prohibir la extrema delgadez en los desfiles de moda, multas de 100 mil dólares y penas de seis meses de prisión, se contempla el delito sanitario de incitación a la anorexia
Las agencias de modelos francesas ya no podrán contratar a maniquíes consideradas desnutridas en cuanto entre en vigor la ley votada esta pasada semana por los diputados franceses. La Asamblea Nacional aprobó esta enmienda que prevé castigar con hasta seis meses de cárcel y una multa de 100 mil dólares a quienes incumplan la prohibición. La propuesta forma parte de una batería de medidas destinadas a luchar contra la anorexia, incluida la creación de un delito de incitación a la enfermedad, que se han votado esta semana en el marco de la nueva ley sanitaria.
Las agencias tendrán que probar con certificado médico que sus modelos no están desnutridas. Lo harán en función del índice de masa corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso por la talla al cuadrado. Por debajo de cierto umbral, aún por definir, una modelo no podrá ejercer, y la agencia que la contrate se expondrá a una sanción. Para el Sindicato Nacional de Agencia de Maniquíes (Synam), este texto de ley crea la confusión entre “anorexia y delgadez”. El sindicato considera que tal disposición es inconstitucional porque supone una “discriminación en la contratación”, un argumento también esgrimido durante los debates por algunos diputados. Por último, denuncia que la medida penalizará a las agencias francesas respecto a las internacionales y lamenta el foco puesto en las agencias en particular.
Páginas en Internet, con retoques fotográficos para fines comerciales, que aconsejan cómo adelgazar de forma extrema, en el punto de mira
La otra gran medida en la lucha contra la anorexia, que afecta a entre 30.000 y 40.000 personas en Francia (el 90% de ellas mujeres), es la creación de un delito de incitación a la anorexia, aprobado por la Cámara. Castigado con hasta un año de cárcel y 10.000 dólares de multa, se aplicará a quien incite a “una persona a buscar una delgadez excesiva al alentar restricciones alimenticias prolongadas que tengan como efecto exponerla a un peligro o comprometer directamente su salud”.
En el punto de mira se encuentran las páginas y foros en Internet que defienden la anorexia como estilo de vida. En ellos se niega que la anorexia sea una enfermedad y se dan consejos para adelgazar de forma extrema. Para completar esta medida, los retoques fotográficos con fines comerciales deberán indicarlo. “Hay demasiadas chicas que pasan hambre para parecerse a las imágenes que no son más que imágenes, no son mujeres reales”, explicó la diputada socialista Maud Olivier, autora de esta iniciativa. En 2008, los diputados ya votaron una moción similar que nunca llegó al Senado. Pero en este caso, se inscriben dentro de la ley de Sanidad y cuentan con el apoyo de la ministra Marisol Touraine.
El estampado de lunares engorda, lo sabe todo aquel que haya tenido que disimular unos kilos de más. Se presenta difícil, por tanto, parecer un saco de huesos enfundada en un traje de falda y chaqueta con unos lunares azules como puños. Pero en la última campaña de Marni para H&M, la modelo francesa Aymeline Valade no era otra cosa que un saco de huesos con el traje de lunares de la firma de lujo italiana. La imagen escuálida y poco saludable de Valade fue objeto de encendidas críticas, sobre todo en Inglaterra, donde se cargó contra la marca por fomentar la anorexia al presentar la imagen de una joven de “aspecto decrépito”. “No siempre hemos hecho lo correcto. Algunas de nuestras modelos eran demasiado delgadas”, reconoció hace unas semanas Karl-Johan Persson, consejero delegado de H&M.
El modelo de belleza, inalcanzable para la mayoría, puede favorecer trastornos alimentarios, la moda prefiere esqueletos
La disculpa del CEO ha reabierto el debate: la pregunta, en boca de muchos, es si la moda promueve un ideal de belleza, inalcanzable para la mayoría, que puede favorecer trastornos alimentarios. Y si estamos dispuestos a aceptarlo. El sector se defiende como gato panza arriba, y alega, entre otras cosas, que también ensalza a mujeres reales. De tiempo en tiempo aparecen campañas protagonizadas por modelos con curvas, pero no pasan de lo anecdótico. Lo que se lleva, queramos o no, es lucir el esqueleto.
El asunto es incómodo, molesto para la industria. Prueba de ello es que muchos de los contactados para este reportaje solo han accedido a contestar por medio de un cuestionario escrito. “No queremos malentendidos”, se han justificado algunos. La propia marca sueca H&M ha respondido a las preguntas de este periódico sobre las polémicas imágenes también por escrito.
“No se buscaba mostrar un ideal específico, sino una imagen inspiradora y positiva”, defienden en la cadena de ropa lejos del mea culpa entonado por el consejero delegado, aunque añaden que siempre están abiertos “a críticas constructivas y sugerencias de mejora”.
El problema no es solo de H&M, que además parece tratar de enmendar el error con su nueva campaña de verano protagonizada por la curvilínea Beyoncé. La voluptuosa cantante, sin embargo, no deja de ser una excepción entre catálogos de bikinis de chicas flacas. ¿Falta carne en las modelos que vemos en las pasarelas o la publicidad? Modesto Lomba, que además habla como presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España, echa balones fuera. “Las personas delgadas no son algo artificial, están en la naturaleza. En nuestra cultura occidental el problema está en la obesidad”, sostiene el diseñador por escrito.
La anorexia es una enfermedad mental grave que afecta fundamentalmente a las mujeres y jóvenes, entre los 12 y los 17
“No es cierto que la extrema delgadez y la búsqueda permanente de juventud sean los modelos de belleza”, discrepa Lomba. El fotógrafo gallego Manuel Outumuro, al que llaman el Richard Avedon español, con más de dos décadas de fotografía de moda a sus espaldas, se aviene, sin embargo, a admitir que la esbeltez es la pauta. “Una modelo tiene que ser delgada porque el traje sienta mejor. De igual forma que un jugador de basket, ha de ser alto y un luchador de sumo, gordo”. Ahora bien, Outumuro ve injustas las críticas. “Se las demoniza de forma excesiva. Nadie carga contra Fernando Alonso por dar mal ejemplo al conducir su coche a tanta velocidad”.
Diseñadores, marcas comerciales, fotógrafos o revistas seleccionan a las chicas. ¿Configuran ellos el canon de belleza? “El modelo está impuesto por el mercado. Es un problema de toda la sociedad”, argumenta Ignacio de Aysa, directivo de la agencia de modelos Traffic, que ha representado a tops como Alejandra Alonso, Marina Pérez o Eugenia Silva. De Aysa reconoce que hay clientes que han rechazado a algunas de sus modelos por no ser suficientemente delgadas y que el retoque fotográfico es una práctica habitual. La carrera de una maniquí, explica el representante de varias de las supermodelos españolas, comienza en torno a los 16 años, y alcanza su punto álgido con 18 o 19 años. El ideal de belleza para todas las mujeres lo encarnan chicas con la pubertad recién finalizada.
La industria se resiste a admitir su responsabilidad en la promoción de un modelo determinado. “Las revistas de moda pueden influir en los hábitos y la percepción que tienen sus lectoras, pero hablar de responsabilidad me parece sobrevalorar su papel”, defiende la directora de Vogue España, Yolanda Sacristán.
El mercado las quiere esbeltas pero, ¿por qué? ¿Es una moda arbitraria?, ¿podría preferirlas gruesas? “Para los diseñadores es más fácil trabajar con ese tipo de cuerpo porque no les obstaculiza, es como una percha. Pero ellos también están influidos por la sociedad. Quieren vestir el éxito, y el éxito hoy está vinculado a la delgadez”, reflexiona Laura Eceiza, socióloga de moda en la Escuela de Diseño IADE, en España. “La esbeltez refleja disciplina, control sobre el cuerpo. Por eso una persona gruesa no está bien vista, porque revela descontrol”.
Pero la sociedad pide lo que algunos quieren que pida, opinan otros expertos. “La demanda viene determinada por lo que es moda. Y lo que es moda es resultado del papel de los trend setters (creadores de tendencias), que eligen lo que se produce y marcan un estándar. Los demás, nos ajustamos o no”, arguye Joan Costa-Font, profesor de Economía Política de la London School of Economics y coautor de un estudio que concluyó que la presión social es determinante para explicar la anorexia, o lo que es lo mismo, que las modelos escuálidas influyen en los casos de trastornos alimentarios. El trabajo analizó los factores que llevaron a sufrir anorexia a unas 8.000 europeas enfermas. “Las mujeres se enfrentan al conflicto de tener que elegir entre adecuarse al estándar de belleza o mantener un estado de salud adecuado”, explica el profesor. “En una persona sin un trastorno alimentario, la elección tiende a ser mantener su estado de salud. Pero las mujeres anoréxicas padecen dismorfia, una percepción sesgada de su cuerpo, y ponen en riesgo su salud, ya que están dispuestas a sacrificar su salud futura con una aparente mayor certidumbre de tener un cuerpo más parecido al ideal”.
El problema no es menor. La anorexia es una enfermedad mental grave que afecta fundamentalmente a las mujeres -son el 90-95% de las personas que la sufren- y jóvenes -la edad más frecuente en la que se enferma es entre los 12 y los 17 -, según datos de la Federación Española de Asociaciones de Lucha contra la Anorexia y la Bulimia nerviosas. El 6% de ellas muere. No existen datos oficiales de afectados en España, porque el Ministerio de Sanidad no los centraliza. Los últimos estudios hablan de entre un 5% y un 6% de enfermos.
La Pasarela Cibeles de Madrid exigió un peso mínimo a las modelos en el 2006, una insólita y pionera medida
Los expertos advierten, sin embargo, de que no debe vincularse bajo peso a enfermedad. “La anorexia es un trastorno multifactorial, no se sufre por estar muy delgado”, alerta Susana Monereo, jefa de Endocrinología del Hospital de Getafe (Madrid). “Los trastornos alimentarios, que son muchos antes de la anorexia, aparecen en los que no tienen esa constitución y luchan por alcanzar el ideal”, explica la doctora.
Monereo es además la encargada de controlar que las modelos que participan en la Pasarela Cibeles de Madrid cumplan con el peso mínimo exigido por la organización, una insólita y pionera medida que empezó a aplicarse en 2006 en el desfile madrileño. La doctora pesa a las chicas y comprueba que superen un Índice de Masa Corporal (IMC) de 18 (el resultado de dividir la altura entre el peso al cuadrado). Para una modelo de 1,80 metros de estatura, el mínimo es un peso de 59 kilos. “El primer año rechazamos a 16 modelos por no cumplirlo, unas cuantas de ellas con un IMC de 16, que es un estándar con el que se ingresa a muchas chicas por anorexia”, recuerda Monereo. La endocrina cuenta que las modelos utilizan trucos para tratar de engañar a la báscula, como atiborrarse de agua. “Descubrimos a alguna con un cinturón lleno de pesos, por eso ahora las pesamos en batín, para que no puedan esconder nada”. A pesar de todo, las chicas que desfilan ahora en Cibeles tienen “como cinco o seis kilos más que las de antes”, estima la doctora. Un vistazo a las pasarelas anteriores a la del 2006 confirma la apreciación de la endocrina. Imágenes como la de la modelo etíope Liya Kabede, por ejemplo, que cerró el desfile de Modesto Lomba en 2004 siendo todo clavículas, han dado paso a otro tipo de figuras: siguen siendo sílfides, pero de aspecto más saludable.
En paralelo a la medida de Cibeles, los empresarios de moda y el Ministerio de Sanidad firmaron en 2006 un acuerdo para unificar las tallas con el fin de luchar contra la anorexia. El Gobierno gastó en torno a un millón de euros en un estudio antropométrico de las mujeres españolas, que concluyó que la estatura media es 1,62 y el peso 57 kilos, pero la homogeneización de las tallas, siete años después, no se ha realizado. “A las firmas no les interesa o no les da la gana”, lamenta Juana Martín, presidenta de la Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia. Sanidad asegura que el asunto se estudia ahora en Europa, en el marco de un grupo técnico, el Comité Europeo de Normalización. No hay plazo previsto de resultados.
La tendencia de lucir huesos, por cierto, no ha existido siempre. “La moda siempre es una reacción a la tendencia anterior”, aclara Carlos Primo, profesor de Historia de la Moda en IADE. “Como la mujer garçon de los años veinte, que reacciona a los corsés y polisones del Romanticismo, la extrema delgadez o el heroin chic (el chic de la heroína) encarnado por la modelo Kate Moss de principios de los noventa es una reacción a las supermodelos de los ochenta, mujeres con curvas como Claudia Schiffer o Naomi Campbell”. Desde los noventa arrastramos la esbeltez, más o menos intensa.
El debate se sitúa entonces en si se debe o no legislar la belleza. “En España se hicieron cosas, como lo de Cibeles, pero ya se ha bajado la guardia”, opina Martín. Israel, por ejemplo, ha dado un paso al frente. El Parlamento israelí aprobó el año pasado una ley que prohíbe a los anunciantes modelos excesivamente escuálidos. En la iniciativa privada, las 19 cabeceras de Vogue han suscrito lo que han llamado The Health Iniciative (Iniciativa por la salud) en la que han acordado trabajar con modelos mayores de 17 años “con una imagen sana”. La directora de la revista en España reconoce, sin embargo, que se siguen encontrando dificultades para llevarla a la práctica. “A veces es difícil elegir modelos con formas porque las colecciones de prensa se hacen aún en talla pequeña. En alguna ocasión nos hemos encontrado con una modelo con más curvas a la que no le cabía la ropa”.
Alexandra Shulman, editora de ‘Vogue UK’, asegura que las revistas de moda son para soñar, de ahí que use modelos delgadas y hasta retocadas
“Nadie quiere ver a una persona real en la portada de Vogue. Eso lo pueden hacer gratis. La gente pregunta por qué llevas modelos delgadas, así no es la gente real”. Con estas palabras la editora de la edición británica de la revista Vogue, Alexandra Shulman, defendía que en la revista que dirige desde hace ya 22 años no aparezcan mujeres normales en la portada. “Hasta cierto punto nuestra revista tiene relación con la fantasía y con los sueños, es una escapatoria de la vida real”, dijo recientemente durante una entrevista en la radio BBC conducida por la cantante Lilly Allen. La cantante, que acaba de volver a la arena mediática con un disco tras años lejos del ojo público, había expresado en otras ocasiones su disconformidad con el modelo de mujer perfecta que venden las revistas femeninas porque merma la autoestima de las lectoras. La cantante, que a menudo ha dicho sentirse “fea, gordita y bajita” tiene su propia tienda y línea de moda, lo que le confiere cierta autoridad para hablar del tema.
Sin embargo, Shulman no es precisamente una talibán del modelo de mujer anoréxica. Al contrario, ella fue una de las instigadoras de una campaña que arrancó en 2012 y a la que se unieron las 19 ediciones internacionales de la revista para evitar poner en sus portadas modelos menores de 16 años y cuyo aspecto pudiera sugerir que tenían desórdenes alimenticios. No obstante, durante la entrevista Shulman admitió estar harta de tener que lidiar con la pregunta sobre la delgadez de las modelos. “Estoy aburrida del tema”, afirmó. “Además ya he repetido muchas veces que creo que los diseñadores deberían hacer ropa más grande y utilizar modelos más gordas en las pasarelas. Pero creo que hoy hay mucha más diversidad que antes, la moda está cambiando” aseguró. Además de la mencionada iniciativa Shulman tiene por principio no publicar ningún reportaje sobre cirugía estética en su revista y no mencionar dietas de adelgazamiento.
Allen desveló a varios periódicos algunos secretos sobre una publicación que al parecer aumenta sus ventas cuando las portadas “son convencionales, con una mujer sonriendo en un vestido bonito que podría ser la vecina de al lado”. En la edición de este mes esa mujer es la chef Nigella Lawson, que aparece con apenas maquillaje en un intento de revenderse al público tras su doloroso paso por los tribunales y su sonado divorcio del galerista y multimillonario Charles Saatchi.
Algunas marcas optan por un icono de belleza demasiado delgado, poco saludable y que no se corresponde con las mujeres reales
Shulman supera las dos décadas al frente de Vogue UK. Sin embargo, al contrario que su homóloga estadounidense, la temible Anna Wintour, Shulman no es precisamente un icono de la moda. Al verla en los desfiles sentada en primera fila uno podría pensar que es una señora de la calle que se ha encontrado la entrada en el suelo y se ha colado en un lugar al que no pertenece. No viste a la última, -prefiere las chaquetas de punto- su pelo no pasa cada mañana por la peluquería y no se esconde, como la mayoría de las mujeres de su sector, tras unas exageradas gafas de sol. Lee y escribe libros y hasta ejerce de jurado en premios literarios, algo que no suele asociarse al sector de la moda. No ha hecho de su imagen un tema sobre el que escribir en las revistas de moda, como Wintour, pero hace tres años se inventó el Vogue festival, que este año se celebrará en Londres los días 29 y 30 de marzo. Allí se dan cita anualmente los protagonistas de una industria -y el público más fanático- que este año podrá ver a Naomi Campbell hablar sobre su carrera o a la propia Shulman en acción, entrevistando a Valentino.
En la sociedad en la que vivimos el aspecto físico es fundamental. Esto en parte se ve fomentado por el mundo de la moda vinculado desde hace tiempo a la extrema delgadez sobre la pasarela, y su relación con los trastornos alimenticios.
Algunas marcas optan por un icono de belleza demasiado delgado, poco saludable y que no se corresponde con las mujeres reales, sin darse cuenta del daño que causan sobre la sociedad. ¿Hasta qué punto vamos a permitir que la belleza se convierta en locura? ¿Vamos a anteponer nuestro aspecto a nuestra salud simplemente por el qué dirán?
Hoy en día, aproximadamente una de cada 100 adolescentes sufre anorexia y, a pesar de que en la mayoría de los casos el trastorno es producido por la presión social, la influencia de la publicidad también es culpable del incesable deseo por una delgadez innecesaria no correspondida con el cuerpo natural de la mujer. ¿No va siendo hora de aceptarnos tal y como somos? Tal vez sea el momento de crear nuestros propios cánones de belleza representando a una mujer real, sana y feliz.
Treinta años atrás, en la carpa de un circo, situada en la Plaza de Colón de Madrid, seis diseñadores dieron origen al Madrid Fashion Week
Las amplias instalaciones que acogen las dos pasarelas y el espacio promocional -Cibelespacio- donde el pasado 6 de febrero daba comienzo la Mercedes-Benz Madrid Fashion Week apenas permiten evocar el recuerdo de una carpa de circo alquilada a Teresa Rabal y situada en la Plaza de Colón. Allí, en febrero de 1985, seis diseñadores afincados en Madrid presentaron sus colecciones en lo que sería el germen de Pasarela Cibeles.
Desde 1996, la semana de la moda madrileña se celebra en un espacio de más de 14.000 metros cuadrados en IFEMA y ninguno de aquellos seis creadores forma parte de su calendario, que este año da cabida a 41 desfiles. Sólo uno de ellos, Antonio Alvarado, mantiene activa su marca, aunque desde 2011 no ha vuelto a participar en la semana de la moda. La otra superviviente, Jesús del Pozo, es hoy una enseña de lujo, reformulada tras el fallecimiento de su fundador, que ha cambiado Madrid por Nueva York. Quien sí permanece es Leonor Pérez Pita, conocida por todos como Cuca Solana, que formó parte del Comité de Moda organizador desde 1985 y que un año después, en septiembre de 1986, se convirtió en directora de la pasarela. Sigue en el mismo puesto, y no tiene inconvenientes en reconocer el carácter errático, pero ilusionante, de aquellas primeras ediciones. “La organización era algo muy complicado porque no teníamos práctica, y además tuvimos continuos cambios”, afirma.
Aquella carpa circense pronto sería sustituida por el Museo del Ferrocarril, donde la nómina de diseñadores se abrió además a otras regiones. Fue así como emergió toda una generación con nombres como Roberto Verino, Adolfo Domínguez, Agatha Ruiz de la Prada o Sybilla. Todos comenzaban y nadie parecía saber muy bien cómo se organizaba un desfile, así que cada diseñador tenía que llevar a sus propias modelos y peluqueros. Una década después de la primera edición, Pasarela Cibeles ya se había mudado a la Casa de Campo, al Palacio de Congresos y Exposiciones y, por fin en 1996, a IFEMA, de donde sólo saldría durante un breve lapso de tiempo, en 2006 y 2007, cuando se escapó al Paseo de Coches del Retiro.
Por aquel entonces, los contrastes eran parte esencial de su ADN. El mismo Javier Larrainzar que, en otoño de 1993, contrataba a Kate Moss para cerrar su desfile, declaraba un año después que “la moda española es un desastre”. En plena resaca del llamado “año de España” de 1992, Pasarela Cibeles reproducía las contradicciones del país. También los esplendores del bum. En aquellos años, los diseñadores más solventes se rascaban el bolsillo para invitar a su desfile a supermodelos como Elle Macpherson o Naomi Campbell.
Roman Polanski rodó un sport publicitaria de los sevillanos Victorio & Lucchino, con Naomi Campbell y Claudia Schiffer
La primera acudió a Madrid para desfilar con Victorio & Lucchino mientras protagonizaba, dirigida por Roman Polanski, el spot publicitario de la última fragancia de los sevillanos. La segunda cerraba, con traje de faralaes, un desfile por el que la firma andaluza no tuvo inconveniente en pagar un caché que ascendía a dos millones y medio de pesetas.
Las crónicas de la época retrataban con perplejidad a Claudia Schiffer o Linda Evangelista comiendo sándwiches en un pabellón del Retiro antes de desfilar para Loewe, mientras los periodistas se hacían eco de sus sueldos, de sus caprichos -exigir móviles en 1992- y de sus enemistades.
No sólo había dinero: también creatividad. A nadie se le escapa que, en sus distintas ediciones, la pasarela ha sido escenario de colecciones y muestras de talento verdaderamente memorables. “A veces echo de menos la frescura que tenían algunos diseñadores de los primeros años”, afirma Pérez Pita, que recuerda la extraordinaria acogida que la prensa internacional dispensó al evento desde su primera edición.
La barcelonesa Lydia Delgado, que llegó a Cibeles en 1998, coincide con ella: “Siempre se pierde algo de frescura respecto a sus principios”. Hay nombres muy recurrentes en las evocaciones nostálgicas de Cibeles, como el del malogrado Manuel Piña, que entre 1985 y 1990 llevó a la pasarela madrileña los nuevos aires -deconstrucción, nuevos materiales, planteamientos conceptuales- del diseño experimental que estaba revolucionando la industria desde Amberes, Londres o Japón.
También con vocación espectacular, el valenciano Francis Montesinos – presente en la MBMFW del 2015- lograba financiación en septiembre de 1985 para llevar su desfile a un espacio más ambicioso que el Museo del Ferrocarril, y planteaba un espectáculo en la plaza de toros de Las Ventas, donde 10 colecciones distintas pisaban el coso taurino entre 12.000 espectadores, fuegos artificiales, evocaciones folclóricas y actores de la compañía de Lindsay Kemp a modo de acomodadores.
Polémica con David Delfín, un año después del 11-S, sus referencias a Luis Buñuel, sogas y velos incluidos, “guiños al régimen talibán”
La pirotecnia, sin embargo, no ocultaba por completo los problemas de una pasarela cuya ambición mediática contrastaba con estructuras empresariales muy precarias. “Industrialización, industrialización e industrialización”, dice hoy Leonor Pérez Pita cuando habla de las asignaturas pendientes de la pasarela. “El sector tiene que creer en el diseño y apostar por él”. La directora de la semana de la moda lleva dando la misma respuesta desde hace tres décadas, y desde luego no se trata de una cuestión menor.
Fueron problemas estratégicos los que alejaron de Cibeles, entre 1999 y 2002, a los conocidos como “disidentes”, un grupo formado por Jesús del Pozo, Roberto Verino, Antonio Pernas y Ángel Schlesser. El gallego Adolfo Domínguez permanecería una década fuera de la pasarela, a la que sólo volvió en 2009. Un año antes, en 2008, el prometedor dúo Spastor abandonaba IFEMA argumentando con claridad que no querían “vivir de las subvenciones”, una crítica muy recurrente que ha menguado tras la incorporación de nuevos patrocinios. “Al principio la pasarela era totalmente dependiente de la financiación del Estado, y hoy en día son las marcas las que mayoritariamente la impulsan, lo que permite un desarrollo mayor en el ámbito del marketing y la comunicación”, afirma Lydia Delgado.
El presupuesto de cada edición ronda los tres millones de euros. Los patrocinadores -principalmente Mercedes-Benz, Inditex y L’Oréal- aportan el 65%. IFEMA corre con el 30% y los diseñadores costean con sus cuotas el 5% restante. Desde 2012, la marca alemana de automoción ha incorporado este evento a su red de pasarelas internacionales, con citas como Nueva York o Berlín.
En términos mediáticos, la mayor fortaleza de la MBMFW es la convivencia de distintas generaciones de diseñadores. “La moda es un sistema cíclico y, como tal, los cambios son buenos y necesarios”, afirma Modesto Lomba, la cara visible de la Asociación de Creadores de Moda de España, que agrupa a muchos de los diseñadores que desfilan o han desfilado (y lo han hecho más de 300) en la pasarela. Junto a los veteranos, la incorporación de nuevos talentos ha servido para mantener viva la vigencia de una pasarela que hoy todavía es recordada por polémicas como la generada por un desfile de David Delfín en 2002. Un año después del 11-S, algunos interpretaron sus referencias a Magritte y Buñuel, sogas y velos incluidos, como guiños al régimen talibán. En 2006, mientras los medios debatían inclusión del Índice de Masa Corporal en los criterios de selección del casting de modelos, una nueva sección dedicada a las jóvenes promesas -El Ego- introducía en IFEMA una dinámica de renovación generacional que hoy sigue siendo un motor creativo esencial para la pasarela.
Por ello, la exposición de fotografías en el Mercedes-Benz Fashion Club con la que la MBMFW celebra el treinta aniversario de la que un día llegó a considerarse como “cuarta pasarela” del mundo tiene mucho de nostálgico, pero también de necesario: la constatación de que, a pesar de todo, en la pasarela madrileña han pasado y siguen pasando muchas cosas. Y gran parte de ellas probablemente merecen ser recordadas.
Francia, la capital de la moda, aprueba prohibir la extrema delgadez en los desfiles de moda, multas de 100 mil dólares y penas de seis meses de prisión, se contempla el delito sanitario de incitación a la anorexia.