La jiribilla
No hay que blindar a Pemex contra la mafia. La mafia está en esta institución desde hace largo tiempo. Allí está, por ejemplo, Romero Deschamps, el dirigente sindical más enriquecido del mundo.
Pemex ha sido saqueada ha grados inconcebibles. La riqueza que produjo fue a parar a manos de políticos corruptos. La lista del saqueo es vasta. Oceanografía es sólo un pequeño botón de muestra.
La saquearon los gobiernos del PRI y los del PAN, de ingrata memoria. La historia de Pemex es la historia de una infamia.
La que pudo ser una empresa rentable, generadora de bienestar y riqueza nacional, se convirtió en chatarra para malvenderla.
La llamada Reforma Energética fue sólo un pretexto para beneficiar a unas cuantas empresas nacionales y extranjeras.
No hay razón que justifique que el precio de la gasolina en nuestro país sea la más cara del mundo.
La inversión en esta empresa ha sido nula. Sólo la han ordeñado sin misericordia, sin piedad.
Por ello, celebrar un aniversario más de la expropiación petrolera es una burla a la dignidad de los mexicanos.
Es una burla que los desnacionalizadores celebren la nacionalización. Es una burla que los grandes capos señalen que hay que blindarla de la mafia.
El poeta Ramón Velarde –hay poetas que son profetas, hay poemas que son profecías- escribió en La Suave Patria: “El Niño Dios te escrituró un establo / y los veneros del petróleo el diablo”.
Frente a la desfachatez de los apátridas, frente a la desvergüenza: hay que repetir con López Velarde: “Inaccesible al deshonor, floreces”.
El poeta también predijo: “Quieren morir tu ánima y tu estilo”.
Que no muera el ánima ni el estilo de este país. El ánima es la fuerza, es la dignidad. Y su estilo es su identidad, su algarabía, su valor, su arrojo.
Nuestro país no ha perdido su autoestima. Los mexicanos tenemos el orgullo legítimo por nuestra historia, por lo que hemos sido capaces, por los retos que hemos sabido enfrentar, por los obstáculos que hemos sabido vencer.
La clase política, la de todos los partidos políticos, no está a la altura del destino de México. El PRI tiene políticos experimentados, pero que han extraviado ideales por un pragmatismo feroz. El PAN es un partido engañabobos, sin rumbo ni futuro. El PRD es un partido dirigido por políticos convenencieros que se venden al mejor postor.
Y de los demás, ni hablar. Todos son una pesada carga para la sociedad. Un lastre. Una vergüenza.