A propósito de la visita del papa Francisco, un grupo de fieles católicos reza fervorosamente…
A propósito de la visita del papa Francisco, un grupo de fieles católicos reza fervorosamente en la Catedral de Cancún por un México mejor. Esperan, como millones más, que los mensajes del líder religioso “cambien las cosas”. Y oran por él, principalmente por sus intenciones, entre las cuales se encuentran que los políticos tomen mejores decisiones frente a los problemas del país.
Hoy más que nunca esta última consigna cobra relevancia, porque inicia formalmente el proceso electoral, siempre repleto de decisiones correctas o equivocadas, las cuales determinan inevitablemente el futuro en los ámbitos fundamentales del progreso.
Una encuesta vía telefónica realizada por El Universal los días 2 y 3 de febrero, en las 32 entidades, reveló que el 27% piensa que viene a dar un mensaje de paz; el 12% a reforzar la fe; el 7% a hacer un llamado contra la violencia, y el 3% que tiene fines políticos. En cuanto a los beneficiados, los consultados señalan que en primer lugar, con el 28%, están los creyentes católicos; con 19% está el gobierno mexicano, y el 6% el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
El estudio refleja que los mexicanos no asocian religión con política directamente. Es decir, que no todos piensan que se verían favorecidos el gobierno en turno, el partido en el gobierno o el Presidente, quien, para muchos, sigue siendo el máximo líder de ese instituto, más en una época electoral. Pero sí hay tal vinculación. Así concluyen expertos.
Si el jerarca de la Iglesia Católica desarrolla una óptima visita pastoral, en una atmósfera segura y con un discurso real aunque esperanzador, tanto el gobierno como los hombres del poder podrían sentirse satisfechos, e incluso aprovechar las frases del Pontífice para conectar con ciudadanos ya sensibilizados en la fe y en la esperanza. Con un ambiente así de conveniente, no habría necesidad de matizar sus declaraciones públicas como se hizo en anteriores ocasiones.
Es tan seguro el beneficio de una grata estadía, que suponiendo lo contrario, como por ejemplo un percance o un contratiempo (ni Dios lo permita, dicen los fieles), la “imagen país” y de sus líderes se vería trastocada una vez más ante el mundo, en un México próximo a comicios, lo cual sería fatal para las pretensiones de los involucrados. Es, entonces, proporcional.
No son pocos los estudios académicos que sugieren la asociación entre religiosidad y preferencia política, relación que en la actualidad no favorece claramente a un solo grupo, excepto en las visitas papales, sobre todo cuando estas son exitosas. El efecto de la visita en las temporadas electorales ha dependido del mensaje específico de la Iglesia antes, durante y después, cuando los partidos o sus dirigentes replican lo que dijo el católico o “quiso decir”.
En un país en el que la mayoría de sus habitantes son católicos no sorprende que la religión sea considerada un factor importante en la política. Dicha importancia parece resurgir en el debate público por estas fechas, cuando obispos, sacerdotes, monjas y guías de apostolados opinan en torno a la inseguridad, el aborto, el uso de la mariguana, las crisis económicas o los valores, tópicos en boga en los círculos más influyentes.
Los feligreses de la Catedral reconocen que la fe no es suficiente para mejorar la situación. Lo ideal, expresan convencidos, es que los ciudadanos de todos los partidos y sin partido colaboren desde por una sociedad mejor: más respetuosa, honesta, sensible, fuerte y justa.
Quienes resulten beneficiados por la visita papal, sean eclesiásticos o laicos, deben convertir esa esperanza en una motivación adicional para trabajar por un Quintana Roo y un México con esas cualidades. Es el mejor provecho que puede obtenerse.