Columna Destripacuentos. Antonio Callejo. “Lydia Cacho, Pedro Canche y el Lobo”
Por Antonio Callejo
“Destripacuentos”, el nombre de esta columna que escribo hace más de 16 años, proviene de una expresión española que se usaba cuando alguien interrumpía la alocución, discurso o perorata de otra persona. “Eres un destripacuentos”, se le decía al `villano´ que no permitía a alguien terminar su `rollo´, por decirlo de una forma coloquial.
Hago la explicación porque en los últimos días me asomé, como hago cotidianamente, a la información relacionada con el estado y el país, y me encontré con algunas afirmaciones que vale la pena reseñar, pues se han querido hacer pasar como información, cuando en realidad se trata de gazapos.
No son siquiera verdades a medias o teorías mal fundamentadas. Son sencillamente mentiras.
En un texto que aborda la aprehensión del indígena Pedro Canché Herrera, detenido el 30 de agosto pasado por su participación en la toma de instalaciones de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA), en el municipio de Felipe Carrillo Puerto, se le presenta de la siguiente manera:
“Pedro es un periodista indígena, un activista que durante toda su vida ha promovido el habla del idioma maya y ha denunciado las violaciones sistemáticas a los derechos humanos de hombres, mujeres, niñas y niños mayas”.
Y continúa:
“Las abogadas de Pedro, especialistas en derechos Humanos, han demostrado puntualmente las violaciones procesales en el encarcelamiento de este compañero reportero, pero su condición de hombre indígena en el sureste le ha dejado incluso en mayor indefensión que a cualquier periodista perseguido en México”.
Entonces activé la búsqueda de Google para revisar la información que hubiera publicado el “periodista”, indígena y “activista”, “dedicado toda su vida a promover el habla maya y a denunciar las violaciones de los derechos humanos de hombres, mujeres, niñas y niños mayas, y lo que encontré es muy extraño. O ha sido víctima de una malévola y atípica campaña mundial para borrar sus datos en Internet, o bien no ha escrito nada ni publicado tampoco nada sobre esos temas ni en ningún momento.
Porque las únicas referencias que hay son: Una página de Facebook que contiene su información personal y su versión personal sobre su encarcelamiento; una página de Twitter también a su nombre (@Pedrokanche), y un blog de reciente creación donde escribe su `diario´ personal desde la cárcel.
No hay referencias de que hubiera hecho algún reportaje, crónica o al menos una nota, ni tampoco es posible hallar algún medio formal en donde hubiera publicado alguna información con su firma de autor. Tampoco, por cierto, en ningún portal de noticias `On line´.
Internet no perdona a nadie. Muchos políticos y ciudadanos comunes, incluso periodistas, elevan plegarias al cielo para que el `dios´ de la World Wide Web les perdonara algún error o les filtrara alguna infamia publicada en su contra en este medio, y con esto se retirara la huella cibernética que está allí, a un simple `clik´ en el motor de búsqueda de Google.
En su cuenta de Twitter, Pedro Canché dice en su perfil:
“periodista e historiador,activista a favor de los mayas,coleccionista y corredor de arte” (sic). Así, sin distinguir altas y bajas o espacios después de las comas.
Pedro Canché Herrera, sobra decirlo, no es periodista ni activista. Aunque él se autonombre y aunque haya quienes, creyéndole el cuento o usando su situación para otros intereses, digan que sí lo es.
Lydia Cacho no conoce Felipe Carrillo Puerto, ni Quintana Roo
La autora del texto que comentamos arriba es la conocida periodista. Y ella sí es periodista porque publica periódicamente y en medios reconocidos. No es sin embargo muy buena reportera.
Se equivocó con Pedro Canché o quiso comprarle la versión del “periodista-activista”, por razones que ella sabrá. Pero no se erró solamente en eso.
En un texto anterior, también en defensa de Pedro Canché, desgrana una presunta fotografía de la situación de los mayas en Quintana Roo. No dice de dónde sacó las cifras, pero evidentemente no los confirmó, si acaso se los platicaron. O de plano las inventó.
Su texto dice así:
“Por otro lado la marginación y la pobreza de la Zona Maya (Felipe Carillo Puerto y Othon P. Blanco) incrementa peligrosamente. Doscientos cuarenta mil hombres, mujeres, niñas y niños pertenecen a la población maya de Quintana Roo, que ha sido empujada al aislamiento por discriminación y manipulación política. En la última década, en el contexto del boom económico del estado, se agudizó la pobreza y explotación en casi 700 comunidades de la Zona Maya. Ochenta mil 829 indígenas mayas mayores de 15 años no saben leer ni escribir: Felipe Carrillo Puerto es la zona que concentra el mayor número de analfabetas”.
Ese es otro Quintana Roo
De acuerdo con el Instituto de Geografía y Estadística (Inegi), el Consejo Nacional de Población (Conapo), y el Consejo Estatal de Población (Coespo), la zona maya de Quintana Roo la abarcan más municipios: Felipe Carrillo Puerto, Solidaridad, Tulum, José María Morelos y Lázaro Cárdenas.
Es decir, seis de los 10 municipios del estado, están considerados dentro de la Zona Maya. Y curiosamente, uno de los municipios que no está en esa Zona Maya, es Benito Juárez, con cabecera en Cancún, la ciudad donde residen la mayoría de las personas de origen maya, con calidad de maya-parlantes. Estos mayas no están ni empujados al aislamiento ni discriminados. En Cancún trabajan, van a la escuela y forman parte de la fuerza laboral y económica que anima a todo Quintana Roo.
Decir que 240 mil mayas de Quintana Roo no saben leer ni escribir, equivale a decir que el estado tiene un índice de analfabetismo de más del 20 por ciento, si se sabe que la población total del estado es de un millón 325 mil.
Y el 20 por ciento de analfabetismo no lo tiene ningún estado del país. Los índices más graves de analfabetismo los tienen Chiapas 17.8 por ciento, Guerrero 16.7 por ciento, Tabasco 16.3 por ciento.
Quintana Roo presenta un índice de analfabetismo de 4.8 por ciento, menor a la media nacional que es de 6.9 por ciento.
Según las cifras de Lydia Cacho, son analfabetas en Quintana Roo la suma total de la población de Cozumel, Felipe Carrillo Puerto, Tulum, Isla Mujeres, José María Morelos. Y añádale Bacalar y el ejido de Alfredo V. Bonfil, que tiene más habitantes que Isla Mujeres.
En Quintana Roo, el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más es de 9.1, lo que equivale a la secundaria concluida, y superior a la media nacional, porque en México la población de 15 años y más que ha terminado la secundaria tiene un grado promedio de escolaridad de 8.6 años escolares.
Un dato curioso para este “Destripacuentos”
La infraestructura escolar en los municipios incluidos en la Zona Maya son excepcionalmente suficientes, con relación al resto del país y al estado mismo. Esto tiene su razón en el fenómeno de la migración. Las personas se dirigen a las ciudades que ofrecen mayores oportunidades de trabajo, en este caso Cancún y Solidaridad, con su pujante Riviera Maya.
Esta situación permite que poblaciones que no tienen crecimiento poblacional, cuenten con mayor equilibrio entre la oferta y la demanda de espacios escolares.
José María Morelos y Felipe Carrillo Puerto, ambos considerados dentro de la Zona Maya, presentan el porcentaje más alto de niños de entre tres y cinco años que van a la escuela.
Las cifras quedan como sigue:
Porcentaje de la población de 3 a 5 años que asiste a la escuela por municipio:
José María Morelos, 77.7 por ciento
Felipe Carrillo Puerto 73.7, por ciento
Lázaro Cárdenas, 55.7 por ciento
Othón P. Blanco, 52.4 por ciento
Tulum, 51.0 por ciento
Cozumel, 50.8 por ciento
Isla Mujeres, 46.6 por ciento
Benito Juárez, 44.1 por ciento
Solidaridad, 42.2 por ciento
Como se ve, este cuento de “Pedro Canché” es precisamente eso, un cuento que merecía un “Destripacuentos”.
Se entiende que hay sectores adictos a la `malinformación´ y a la auto-denigración. A quienes les agrada escuchar teorías de conspiraciones e historias de un México y un Quintana Roo al borde del precipicio. Internet, las redes sociales y numerosos `blog´s´ se dedican a eso y hay quienes, aún teniendo un nombre y reconocimiento, disfrazan gazapos para venderla como `información´.
Pero no son más que eso. Mentiras, que no pueden trascender como bien enseña la fábula de Pedro y el lobo. Y la de Lydia tampoco.