La inseguridad es un fenómeno que pasará. La inseguridad de Cancún y de la zona norte del estado en general será superada. Tenemos que apostar a que así será. Tenemos que confiar en que los esfuerzos que se realizan fructifiquen.
Cancún nuestra ciudad, se acerca a los 48 años de existencia. Está a tiempo de corregir su rumbo.
La ciudad que merecemos es la ciudad que no tenemos.
La ciudad que tenemos es hostil, es un sólo un enclave de negocios voraces, es reducto de negociantes insaciables; es un asentamiento que creció a golpe de invasiones y al impulso de la ambición de desarrolladores sin escrúpulos.
Cancún es una demostración palpable del fracaso de proyectos urbanísticos hechos en gabinetes de tecnócratas ajenos a la realidad. Desde las oficinas del Banco de México se diseñó el proyecto de una ciudad que nunca tuvo en cuenta a los trabajadores ni previó el fenómeno migratorio que generaría la construcción de un polo de desarrollo turístico, como entonces se llamó a Cancún.
A lo largo de su evolución y de su crecimiento, Cancún es un ejemplo de imprevisión, de improvisación y de planes parchados y programas de desarrollo ejecutados al “ahí se va”.
Se han dado casos aislados de darle a esta ciudad un orden en su crecimiento; se han elaborado planes de desarrollo urbano, pero no han sido suficientes para frenar la especulación, la ambición y el afán depredador.
En la fisionomía de la Zona Hotelera están las huellas de esa descarada violación a todas las normatividades urbanísticas y ambientales. En la Zona Hotelera son varios los “monumentos a la corrupción” que han involucrado a todos los órdenes de gobierno, es decir, al federal, estatal y municipal.
Una ciudad hecha de fragmentos inconexos no puede aspirar a la armonía urbana, social y ambiental.
La vialidad es un caos cotidiano debido, en gran parte, a que las empresas concesionarias del transporte urbano de pasajeros tienen manga ancha para hacer y deshacer.
Utilizan su poder fáctico para evitar cualquier reglamentación o normatividad que limite sus ganancias. Y tienen a los cancunenses como rehenes inermes.
Los espacios públicos son presas de la voracidad implacable de particulares con la complicidad de autoridades municipales.
Se elaboran planes parciales de desarrollo sin ningún sustento técnico, que encubren afanes especulativos.
La ciudad que queremos y que merecemos es la que no tenemos, y es por la que hay que luchar.
Se acerca un período electoral, y es hora de reflexionar.
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