Petophilia es el término que desde hace un tiempo se ha acuñado popularmente para aludir al apego excesivo por los animales.
«Se podría hablar de un trastorno relacionado con los animales si se determina que la posible alteración causa un malestar clínicamente significativo»
«La excesiva personificación me parece tremendamente egoísta y dañina»
«Se busca Teckel miniatura. Es macho y responde al nombre de ‘Lonchas’. Se ofrece importante recompensa económica«. Así rezaba el cartel que hace unas semanas llenaba las calles de la localidad madrileña de Alcalá de Henares. El pequeño teckel se había perdido y su dueño no dudó ni un segundo en ofrecer 10.000 euros a aquel que lo encontrara. Una muestra de la conexión perruno-humana muestra del amor que una persona puede llegar a sentir por su amigo más leal.
‘Lonchas’ es un perro, pero esa conexión, ese amor, esa dedicación ocurre desde hace tiempo con todos los animales de compañía. ¿Quién no ha visto en las Redes Sociales lindos gatitos?¿Quién no ha visto animales rodeados de todos los lujos habidos y por haber? ¿Quién no ha visto a sus dueños gastando cantidades para muchos indecentes para que su mascota tenga lo mejor de lo mejor?
Perros cantando como Freddy Mercury, gatos que salvan a niños de agresores violentos, tigres que se abrazan a los «humanos» como si fueran cachorritos de peluche,…¿Quién no recibe, incluso diariamente, vídeos de este tipo? ¿Y quién se resiste a compartirlos en Facebook y en otras plataformas de Internet?
Las imágenes hablan por sí solas, pero lo que no está tan claro es el porqué algunos dueños les han dado tratamiento de persona a un Yorkshire o a un gato persa, alojándolos en hoteles de cinco estrellas, con menús de lujo, peluquería y spa.
«Tras este cariño desmedido, esta pasión, pueden encontrarse varios factores. De un lado, la necesidad de amor incondicional. De otro lado, estaríamos transfiriendo a nuestras mascotas el deseo de sentirnos protegidos frente al peligro«, explica la directora técnica de Clínicas Origen, Pilar Conde.
La mascota de Paris Hilton, por ejemplo, tiene su propia mansión; Pistacho, el perro de Blanca Suárez, es casi tan famoso en su Instagram como lo es la actriz; el bulldog francés de Lady Gaga y las joyas con las que posa en innumerables fotografías son muestras de este amor excesivo. Sí, los famosos no se cansan de demostrar la pasión por sus mascotas, una tendencia que está empezando a calar, según los expertos, entre muchos ciudadanos.
¿Se va de las manos el amor por las mascotas?, es la pregunta clave. Petophilia es el término que desde hace un tiempo se ha acuñado popularmente para aludir al apego excesivo por los animales. ¿Trastorno o simplemente una muestra de cariño excesivo?
«Estaríamos ante una real psicopatología rozando la paranoia, la alucinación la psicosis, si en algún momento la persona identifica a la mascota como un miembro real de su familia», explica el psicólogo Jorge López Pérez Vallejo, el cual apunta, sin embargo, que lo habitual es que «las personas saben que son animales».
«Se podría hablar de un trastorno relacionado con los animales si se determina que la posible alteración causa un malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, académico, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento», afirma, por su parte, la psicóloga Pilar Conde.
Opinión que no comparte López Pérez Vallejo para el que el término Petophilia es un «neologismo» que puede ir «desde lo patológico hasta lo normal». «En este caso, no podemos hablar de ninguna patología, estamos hablando de una relación ente un humano y un animal, un aspecto que como mucho, puede rozar el problema cuando es ayuda ante la soledad o el miedo a estar solo», asegura.
López Pérez Vallejo lo tiene claro: «Puedes sentir lo mismo que con el amor pero la diferencia es clara, el amor a las personas es diferente y las personas así lo identifican«.
¿Qué opinan los dueños de esas mascotas? ¿Ven el problema? ¿Creen que es una exageración?. Desde hace tres años Sara y Baloo, su gato, «comparten» piso. «Somos buenos compañeros de piso», asegura. Sara vive sola con su gato, al que le da «la mejor vida posible», pero «una vida animal».
«Me aporta muchísimo: cariño, compañía, paciencia… cuidar un animal desde pequeños, en mi opinión, nos hace más responsables y disciplinados. Sacrificios hay, no hay que olvidar que una mascota depende de nosotros y que lo que nosotros hagamos (o no hagamos) en nuestra vida, afecta a la suya irremediablemente. Además de una importante inversión económica en alimentación, cuidados y veterinario, está el sacrificio de tiempo», explica sobre los beneficios y sacrificios que le da Baloo.
Pero Sara lo tiene claro: «La excesiva personificación me parece tremendamente egoísta y dañina para el animal. No necesitan joyas, no necesitan spa, no son una muñeca a la que vestir. Un animal necesita una cosa mucho más sencilla: amor y cuidados. Convirtiéndolos en personas les estamos robando su naturaleza. Y no nos engañemos: lo hacemos por nosotros mismos, porque nos divierte a nosotros, no por ellos».
Esos dueños que dan besos y abrazos y que hablan por la calle con sus perros sólo hay que achacarles eso, amor. Demuestran un vínculo afectivo que puede tener su origen en muchas circunstancias, pero, sobre todo, en respeto al animal superior en la escala de valores.
Conde, por una parte, se refiere a esas personas que para cubrir necesidades de su entorno, especialmente el cariño, la compañía, la sociabilidad, tratan de compensarlas con sus mascotas transformándolas y tratándolas como si fueran personas. Lo que comunmente se llamaría cubrir un vacío emocional. Un extremo muy alejado del simple amor por los animales y el afecto por las mascotas.
A estas alturas el teckel ‘Lonchas’ aún no ha aparecido.
Fuente: El Mundo