Nuestras emociones influyen poderosamente en nuestro cuerpo, el cual absorbe y transforma la energía que emiten secretando diferentes hormonas o privándonos de ellas. Esto quiere decir que existe una correlación entre lo que sentimos y la manera en que almacenamos y metabolizamos las sustancias que entran en nuestro cuerpo. Así se genera nuestro estado de salud y se moldea nuestra imagen.
En realidad el cuerpo nunca está enfermo o sano, sino que en él se manifiestan las informaciones de la mente.
Lo que se refleja en el cuerpo es expresión de la información o imagen correspondiente que hemos producido en nuestro cerebro. La enfermedad nos afecta en el plano de la conciencia; el síntoma nos afecta en el plano corporal. El síntoma captura nuestra atención e interrumpe nuestra vida normal, empezando desde su manifestarse a absorber energía. Dicha interrupción resulta molesta porque no nos permite seguir viviendo en nuestra zona de confort y tranquilidad, por lo tanto nuestro primer instinto es luchar contra el síntoma. Luchar no significa entender lo que pasa y luego sanarlo, sino más bien eliminar cuanto antes el problema. Es notorio como la medicina tradicional ejerce un rol fundamental que es curar. Sin embargo la curación médica ataca los síntomas con el fin de eliminarlos pero esto no implica que siempre sea capaz de llegar a las causas que los provocan. Difícilmente la medicina tradicional interpreta el síntoma yendo más allá del dolor físico y acompañando el paciente a descubrir que pudo provocar en su interior esta des-armonía.
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La enfermedad de hecho indica que la persona ha dejado de estar en armonía en sus centros – mental, emocional, físico – y por esto se empieza a generar un síntoma, para que paremos, nos escuchemos y entendamos qué ha provocado esta perdida de equilibrio. En el caso del sobrepeso, el problema deriva de muchas causas como desórdenes metabólicos, factores genéticos, hábitos alimentarios, vida sedentaria etc.; pero también de emociones que la misma medicina considera come factores causantes cuales estrés, inseguridad, resentimiento, rabia, frustración, sentirse amenazados, no expresar lo que se siente.
La forma en que reaccionamos frente a los acontecimientos genera un mensaje emocional que el cuerpo absorbe
Nuestras reacciones dependen de nuestras creencias, o sea de como vemos la realidad según nuestro mapa o guión de vida y desde el cual interpretamos los hechos y los enlazamos a los registros que existen en nuestro cerebro. Esto varia obviamente de persona a persona. Una determinada situación puede traducirse en amenaza para algunos y en desafío para otros. Ambas situaciones aparentemente iguales generan emociones diferentes. La forma en que cada uno las elabora dependerá de muchos factores y circunstancias personales y externas; una reacción positiva generará pensamientos que nos retro-alimentarán de forma saludable, y nos moverán hacia acción, expresión, apertura. Una reacción negativa generará alarma y por lo tanto pensamientos limitantes que ejercerán un efecto negativo en nosotros, y difícilmente nos moverán hacia una acción o expresión constructivas ni a abrirnos a vivir sin miedo el acontecimiento concreto. Además, cada reacción creará un registro que la mente volverá a buscar en cada caso en que se encuentre a vivir la misma situación o bien algo que se le parezca, para así saber como reaccionar replicando el mismo patrón.
El acto de comer equivale a tragar y llenar el vacío que hay en el estomago. El hombre es el único mamífero que come aunque no tenga hambre
Si trasladamos la acción del comer a nuestra vida, en toda situación en la que a nivel emocional no nos permitimos expresar lo que sentimos para cubrir nuestras necesidades interiores, generamos un vacío emocional que a menudo intentamos llenar con la comida. Descuidamos el síntoma, luchamos en su contra para sofocar el problema lo más rápidamente posible. Pero así seguimos ‘tragando’ cosas a las que no hemos podido, sabido, querido hacer frente en nuestra vida y en nuestras relaciones.
La comida no puede llenar un vacío emocional
Identificar nuestras necesidades interiores, aprender a expresarlas y entrenar la mente para mantener una actitud positiva es fundamental para conseguir resultados exitosos en nuestra vida y por lo tanto también en un cambio de dieta. La dieta emocional tiene el objetivo de impulsar la toma de conciencia para que en todo momento podamos detectar qué emoción nos atraviesa y qué reacción nos provoca, y así responder a la necesidad consecuente en la forma y medida correctas. Este proceso de autoconocimiento permite depurar nuestra mente de aquellas creencias limitantes y pensamientos tóxicos que determinan la baja autoestima y la sensación de no control de las cosas que nos ocurren. Sentimientos de culpa, dolor, ira, impotencia, frustración etc. causan un desequilibrio si no les damos voz y respuesta. Recuperar confianza y seguridad en uno mismo hace que dejemos actitudes de boicoteo de nuestras necesidades interiores y de evitación del auto critica. Todo cambio profundo empieza dentro de nosotros y se refleja en nuestra imagen.
Fuente:SaludFacilisima