Normalmente no vemos a nuestra entidad como una zona de frontera, pero eso es, tanto geográficamente como culturalmente. El sur colinda con otro país, Belice y por el mar que nos rodea tenemos contacto con las naciones caribeñas. Pero históricamente también hemos vivido procesos sociales semejantes a las regiones fronterizas.
En estas tierras no se vivió el mismo proceso histórico que en el resto del país, la agreste selva nunca fue poblada por el invasor español, durante siglos fue zona de refugio de los mayas que escapaban de la explotación del hombre blanco. Primero de europeos, después de criollos mexicanos. Españoles y mexicanos solo lograron tener presencia en algunos puntos costeros, Bacalar, la Bahía de Chetumal, pero no se tradujo en migración constante, mucho menos en desarrollo. Fue durante siglos una frontera olvidada.
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El sueño de orden y progreso porfirista dejó una huella, el sufrimiento de indígenas, tanto yaquis del norte castigados por su rebeldía, murieron realizando trabajos forzados; como los mayas que vieron su último bastión destruido por el ejército del dictador. Pero tampoco fue un cambio sustancial, eventualmente se volverían a poblar las islas: Cozumel e Isla Mujeres, pero no dejaría de ser un rincón de la República.
En realidad fue a finales del siglo XX que Quintana Roo se integró abruptamente a los procesos sociales y económicos de México. El último gran proyecto del Estado Desarrollador postevolucionario; Cancún, el primer centro turístico planeado integralmente. Fue tan exitoso que introdujo a nuestra entidad a la dinámica económica nacional.
Pero este hecho no le ha quitado su carácter de frontera, como otras regiones del mundo que tuvieron grandes auges económicos pero escaso orden social; en Quintana Roo hemos vivido migraciones masivas, auge económico m, falta de identidad, escasez educativa y cultural, sobrado abuso del poder político, hegemonía del dinero. Estamos lejos de tener sociedades tranquilas, satisfechas, felices.
Como toda región que se desarrolla tardíamente, también tenemos enormes posibilidades. En lugar de centrar nuestra identidad en el pasado, podemos construir nuestra sociedad con un ideal a futuro.
Otros pueblos han hecho algo semejante, los californianos del siglo XIX se imaginaron a si mismos sin los vicios de la costa este de EEUU, y ha sido origen de muchos movimiento progresistas. Lo mismo sucedió con los pobladores de Australia y Nueva Zelanda, han superado por mucho a Inglaterra, su país de origen.
Los quintanarroenses tenemos las condiciones para lograr algo semejante, sin el peso del pasado, podemos construir una sociedad que sea un ejemplo para el resto de nuestro país. Podemos imaginar una sociedad innovadora: pacífica, ecológica y con escasa desigualdad.
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El proyecto de Estado de Bienestar que plantea la Federación podemos superarlo, agregando la cultura del cuidado e integración ambiental. Nuestras urbes, actualmente desordenadas por la corrupción de las empresas desarrolladoras, podrían ser ejemplos de ciudades ecológicas. Nuestra valorada industria turística convertirse, no solo en espacios de descanso y entrenamiento, también de concientización ambiental para los visitantes. Una economía diversificada, no solo turística sino también con una industria de productos ambientales, exportados a través del corredor transismico.
Medios de transporte eléctricos, destinos verdes, clase media abundante y culta, políticos ejemplares. Suena utópico pero este ha sido el motor de mejores sociedades a lo largo de la historia. Soñar con avances siempre ha sido el impulso a nuevos caminos.
Nuestra condición de frontera es innegable, nuestra historia no puede ser cambiada, pero ambos hechos no deben de ser un problema, los podemos convertir en grandes posibilidades. Los quintanarroenses tenemos los recursos materiales y humanos para construir una sociedad que otros deseen imitar.
Por Samuel Cervera.