La renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaria de Hacienda ha sido una sorpresa en el contexto del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El miércoles por la mañana el Presidente respondió que era parte de la intensidad de los cambios que requieren la 4T. Comparó la situación con los conflictos al interior del grupo liberal que encabezó Benito Juárez en el siglo XIX. Sutilmente descalificó las decisiones tomadas por el ex Secretario como continuismo.
En el fondo de la dimisión del académico, más allá de las diferencias al interior del grupo y los chismes cortesanos, está la importante discusión entre neoliberalismo y neokeynesianismo: ¿Hasta dónde debe intervenir un gobierno en la economía? En su carta de renuncia Urzúa señala esta intervención como una de las principales razones para dejar el gabinete, pero esto implicaría desconocer una de las principales premisas del actual régimen.
El keynesianismo surgió en los Estados Unidos como respuesta a la crisis financiera de 1929, el haber dejado a los mercados la conducción de la economía genero un problema que afectó a todo el mundo occidental. La solución fue controlar, legislar, intervenir y guiar la economía por parte de cada gobierno. El resultado fue la estabilización, el control de la inflación y eventualmente el surgimiento de las clases medias.
El extremo del estado intervencionista fueron los regímenes comunistas, que desaparecieron a la clase empresarial, la propiedad privada; toda la producción y el consumo fue regulado desde la cúpula política. Las consecuencias a largo plazo fueron la ineficacia del sistema que derivó en su desaparición a principios de la década de los noventa del siglo pasado.
La corriente de pensamiento filosófico y económico que conocemos como neoliberalismo tuvo su origen en Europa, pero apareció con fuerza en los Estados Unidos en los años setenta en oposición al Keynesianismo dominante. Parecía ser la solución a otra crisis que experimentaba el capitalismo occidental, se argumentó que había sido causada por la irresponsabilidad de los políticos al conducir la economía sin ninguna forma de control.
Ante el desastre neoliberal a principios del siglo XXI provocado por la economía mundial en manos de un mercado sin escrúpulos, existe actualmente un regreso al Keynesianismo. Aunque en un escenario marcado por la globalización, el hiperconsumismo y el Estado-nación debilitado. Por lo que los gobiernos de cada país están aplicando un control de la economía moderado, de acuerdo a lo que consideran estratégico. Este es el caso del régimen mexicano, que ha retomado el control de los energéticos y de la inversión en infraestructura.
Andrés Manuel siempre se opuso al neoliberalismo, explícitamente propone un regreso al modelo liberal que en la práctica equivale al neokeynesianismo. El problema es que la aplicación de esta fórmula está en construcción en el mundo, los casos más exitosos son los del norte de Europa en donde la salud y la educación son totalmente públicos. El sector privado es regulado por el estado pero también por un pensamiento sustentado en la responsabilidad colectiva.
Ante esta situación podemos especular que el trabajo de Carlos Urzúa era complicado, por una parte cuidar la percepción de los mercados financieros internacionales que todavía se guían por la lógica neoliberal, por el otro las necesidades políticas de un Presidente que requiere controlar cada vez más el flujo del dinero. Sí este es el origen del conflicto, efectivamente las discusiones y choques al interior de la cúpula gobernante deben haber sido intensos.
Cuando los gobiernos encauzan la economía deben hacerlo con mucha información y cuidado. En México tenemos la triste memoria de los sexenios de Echeverría y López Portillo celebres por las crisis causadas gracias al dispendio en función de las necesidades y objetivos puramente políticos. El régimen obradorista no solo deberá controlar estrictamente el gasto público, sino también tener presente a los mercados internacionales que tienen una excesiva influencia en los gobiernos nacionales. Será necesario trascenderlos: fortalecer algunos mercados internos, impulsar ciencia y tecnología y diversificarse. Todo esto manteniendo calmados a los grandes e impositivos financieros para evitar crisis prematuras.
También tenemos claro el terrible neoliberalismo mexicano de los últimos 30 años: con el uno por ciento de crecimiento, enormes fortunas en manos de muy pocos, el abandono de las funciones del Estado y una corrupción gubernamental desmedida. Por lo que será necesario regular a una clase empresarial irresponsable y acostumbrada obtener privilegios de parte del poder político.
¿Con qué ritmo, intensidad y que en momento realizar todo esto? Debe haber sido el origen de las discusiones en el seno de la Secretaría de Hacienda y la Presidencia. Al parecer la postura del control político predominó sobre el cuidado al capital financiero, en ciertos escenarios esto puede ser una muy buena decisión, es prematuro para saberlo.