El cáncer de ovario es poco común, pero bastante grave, ya que, desafortunadamente, se suele descubrir en un estadio avanzado y es difícil de tratar. ¡Infórmate!
Los ovarios son pequeñas glándulas, del tamaño de una avellana, ocultos en la profundidad de la parte superior de la pelvis menor. Están unidos al útero por ligamentos y por las trompas de Falopio; y están en contacto con el abdomen, los órganos digestivos y el peritoneo (el peritoneo es una membrana que envuelve todos los órganos digestivos). Los ovarios producen estrógenos y progesterona, las hormonas que preparan el útero para que se produzca la anidación del óvulo fecundado e iniciarse así la gestación.
El cáncer de ovario más frecuente es un cáncer de tipo epitelial (90% de los casos), que se desarrolla en las células que recubren el ovario, aunque también puede tratarse de tumores de células germinales (10% de los casos).
Si el cáncer de ovario se descubre en un estadio precoz, es más fácil de tratar. El tratamiento se realizaría sobre un plano quirúrgico. Si cualquiera de estos tumores presenta una baja malignidad se habla de tumores borderline o límite. Su característica principal es que no invaden la profundidad del ovario. Suelen presentarse en mujeres jóvenes y progresan lentamente. Su pronóstico es favorable en la mayoría de los casos.
No hay que confundir un tumor maligno con un quiste benigno de ovario. Es cierto que los médicos suelen tender a clasificar un quiste benigno como si se tratara de un cáncer y, tienen razón. Si se descubre un quiste que no sea funcional y que no desaparezca al cabo de varios meses, se extirpa y se analiza para estar seguros de que se trata de un tumor benigno. De hecho, tanto la cirugía como el postoperatorio son distintos según si el tumor es benigno o maligno.
Factores de riesgo del cáncer de ovario
Un factor de riesgo es cualquier agente que incrementa el riesgo de padecer una enfermedad determinada, es decir, la persona que está en contacto con el agente tiene más probabilidades de padecer dicha enfermedad. En el cáncer de ovario no se conocen factores de riesgo que induzcan a la aparición de la enfermedad, aunque sí se han observado algunas circunstancias que pueden influir en su aparición. Entre ellas destacan:
- Edad: como en la mayoría de los tumores, según avanza la edad también avanza el riesgo de que la mujer padezca cáncer de ovario. No es frecuente antes de los 40 años.
- Nuliparidad: en diversos estudios se ha observado que las mujeres que han tenido varios hijos (multíparas), tienen menos riesgo de desarrollar cáncer de ovario que las que no han tenido hijos (nulíparas).La razón por la que se produce esto no es del todo conocida, aunque parece que tiene relación con el número de ovulaciones que se produce a lo largo de la vida de la mujer. En cada ovulación, al salir el óvulo del ovario se produce una pequeña cicatriz que tiene que repararse y que favorece el que se produzca una alteración celular. Las multíparas tienen menos cicatrices porque durante el embarazo no se producen ovulaciones.
- Antecedentes familiares: el padecimiento de cáncer de ovario en varios miembros de la familia aumenta el riesgo de padecer esta enfermedad, porque en algunos casos tiene carácter hereditario.
Signos clínicos poco significantes
Los síntomas clínicos de una patología ovárica son variados y poco sintomáticos: signos digestivos, como problemas de tránsito, estreñimiento, dolores abdominales y cólicos, pesadez y aumento del contorno de la cintura; signos urinarios como la polaquiuria, (es decir, ganas frecuentes de ir a orinar) micción y disuria (es decir, problemas de micción).
También pueden aparecer signos en los órganos afectados más alejados: por ejemplo, una disnea (es decir, dificultades respiratorias) que son indicio de una afección pulmonar, o pérdidas de equilibrio, una parálisis… indican una afección cerebral, una tromboflebitis… También pueden existir metrorragias (sangrados tras la menopausia o sangrados entre menstruaciones).
En ocasiones, no hay ninguna señal de aviso. Por tanto, la enfermedad se descubre con un examen ginecológico: el médico siente una masa latero-uterina con el palpado vaginal. Puede resultar difícil localizar la masa si el tumor cancerígeno tiene un volumen importante y si invade el pelvis menor. También se puede descubrir con una ecografía o durante una intervención quirúrgica hecha expresamente para ello o por cualquier otro motivo.
Son muy importantes las revisiones periódicas pero también la prevención, y para ello los médicos recomiendan llevar una vida sana: hacer ejercicio y comer de forma saludable.
Tratamiento quirúrgico
La intervención quirúrgica permite realizar un balance preciso de la extensión local y regional del cáncer. El cirujano inspecciona todo el abdomen, la cara abdominal del diafragma, la superficie del hígado, el colon, el recto, el intestino delgado, los ovarios y el útero y la vejiga para ver si hay metástasis. Este balance de extensión permite evaluar el estadío de evolución del cáncer y condiciona el tratamiento de la enfermedad. En determinadas circunstancias el equipo médico puede valorar la realización de:
- Cirugía conservadora: sólo en los casos en que la mujer es joven y desee tener hijos, y el estadio de la enfermedad es muy precoz, puede valorarse la posibilidad de realizar la extirpación de sólo el ovario donde se encuentra la tumoración.
- Cirugía citorreductora: se denomina así a la cirugía que se realiza cuando la enfermedad está en estadios avanzados. El objetivo es eliminar todo el tejido tumoral que se pueda extirpar. Este tipo de cirugía suele complementarse con quimioterapia para reducir los restos de tumor que hayan podido quedar. Por último se realiza una nueva cirugía (second-look), para ver la respuesta del tumor al tratamiento.
La quimioterapia post quirúrgica
La quimioterapia en el cáncer de ovario es un tratamiento complementario a la cirugía. Se utiliza tanto en estadios tempranos como cuando la enfermedad está avanzada. Tras la intervención quirúrgica se suele recibir un tratamiento de quimioterapia: generalmente 6 curas con varios medicamentos combinados. Este tratamiento es agotador pero, en general, limpia los pequeños tumores y las células que no se han podido retirar con la cirugía.
Tras la quimioterapia se realiza una segunda operación quirúrgica para observar el resultado de la quimioterapia, hacer biopsias por todas las zonas donde había tejidos cancerígenos y, si fuera necesario, retirar lo que queda, si es posible. A veces se necesita una segunda cura con sesiones de quimioterapia para consolidar los resultados de la primera serie. Tras el tratamiento, es imprescindible seguir bajo observación médica.
Algunos datos de interés
El cáncer de ovario es una enfermedad relativamente poco frecuente pero grave, ya que se suele descubrir en un estadio tardío. El único tratamiento es la cirugía a veces extensa combinada con sesiones de quimioterapia. Afortunadamente, el cáncer en un estadio inicial a veces se descubre fortuitamente cuando se realiza una ecografía y se trata con mayor facilidad.
Este tipo de cáncer representa entre el 4 y el 5% de los tumores femeninos, con unos 3.300 casos anuales en España y aproximadamente 205.000 en todo el mundo. Aproximadamente un 44% de las pacientes que sufren un cáncer de ovario en España sobreviven más de 5 años, según la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Se trata de una supervivencia global, sin tener en cuenta edad, tipo histológico o fase de la enfermedad. La supervivencia es excelente (en torno al 90%) para los tumores de células germinales, que son los más frecuentemente diagnosticados en adolescentes y jóvenes.
También los carcinomas tienen una mejor supervivencia en las más jóvenes. La supervivencia en España es superior a la media europea, que se sitúa en torno al 37%. Las mejores tasas de supervivencia se registran en Islandia, Austria, Portugal y España.
FUENTE: ENFEMENINO